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Biografía

Congelados, mentiras y cintas de vídeo

Lasaña5

Cada vez que veo uno de esos anuncios en los que una familia se relame delante de una lasaña congelada imagino como preparar un atentado contra La Sirena y hacer saltar por los aires todas las croquetas sin jamón y las ensaladillas rusas que sólo sirven para alicatar cuartos de baño. Para más Inri, la publicidad  asegura que si preparas uno de esos engrudos con aspecto de espaguettis carbonara tendrás más tiempo para estar con los tuyos. ¡Esta si que es buena!

Normalmente, los tuyos, tus seres queridos, suelen ser bastante más  sibaritas de lo que nos prometen. Para estar con los tuyos, querida/querido , y sé que esto es políticamente incorrecto, tendrás que remangarte y preparar algo comestible. Puede que entonces la cocina  te robe tiempo para ir al gimnasio, ver víedos estúpidos en un móbil, ponerte uñas de porcelana, comprar bolsos de plástico en los chinos o bailar la danza del vientre, pero  todavía no se ha inventado otra forma para que la familia, las que quieran seguir siéndolo, se reúnan de vez en cuando, aunque sea para discutir. Las lasañas  y los productos congelados y «listos para comer»  son como las copas de cazalla a las siete de la mañana, se las traga uno solo delante de un televisor.

Faustino Cordón, el antropólogo, nos recuerda que “La cocina hizo al hombre” (y a la mujer). Sólo cuando el hombre domesticó el fuego y convirtió en algo comestible, e incluso sofisticado, un pedazo de carne  o un puñado de grano, el hombre empezó a vivir en comunidad, a compartir espacio, a salir de sus individualidad, se amplió la tribu e incluso se desarrolló el pensamiento y el habla. Desde entonces, somos lo que comemos y lo que sabemos guisar.

Cocinar no es perder el tiempo, es entregarlo a manos llenas.


2 comentarios
Toni

marzo 18, 2010 @ 17:00

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Que bueno, las dos cosas.
Un saludo.

Anita Pies Fríos

mayo 5, 2010 @ 20:14

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Pero mamá, siempre nos quedarán cosas fáciles de hacer como los fideos de arroz chinos (con tu zanahoria, cebolla y pollo rehogadito, por supuesto), o las fantásticas tartas de chocolate del Sr.Eismann (más de uno se ha pensado que era obra tuya), o las sabrosas pizzas del Mira Napoli…

Yo voto por atentar contra el Condis de Montgat, ¿te apuntas?

Firmado: Tu hija que te quiere, y a la que aún le cuesta distinguir entre una col y una coliflor y entre un pepino y un calabacín.

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Por Ines Butrón
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