Esta es la crónica de una muerte anunciada. El enemigo de Santi habitaba sus arterias, que no los foros de Internet, o los medios de comunicación que arrojaban escupitajos sobre sus libros. Santi conocía perfectamente los entresijos de esta profesión como para sorprenderse de los daños colaterales que le causaron su verborrea y la defensa a ultranza de su ideario.
En este mundillo, o universo sin fronteras para demasiados narcisos, no todo era buena vecindad y armoniosa relación. Sería ingenuo pensar lo contrario. Todas las artes (¿quién duda ya de este calificativo? ) cuentan con enemigos feroces que se labraron la gloria gracias quizás a esta animadversión declarada: Miguel Ángel y Rafael, Modigliani y Picasso, Góngora y Quevedo, Adrià y Santi Santamaría…
Distintas maneras de concebir, de interpretar el mundo, no restan mérito a los trabajos de ambos. El Santi Santamaría vehemente se perdió en las formas, que no en fondo, pues La Cocina al Desnudo no es sino un retrato fiel de nuestra actual sociedad y su paradójica relación con la alimentación, cada día más envenenada por la poderosísima industria agraolimentaria que ve en la desgana y la desidia de sus clientes un campo abonado para vender como oro todo lo que no lo es y, de paso, para transgredir las costumbres, y las formas tradicionales de comer de cada pueblo.
Santi Santamaría denunció la Macdonalización de la sociedad, su desinterés por la comida, el snobismo de los pudientes y el riesgo de convertir un buen cocinero, un buen artista, en un bufón de la corte. Le sacaba de quicio una cocina sin identidad, como a todo buen catalán. Producto, tierra, ética, naturalidad, cultura, patria. He aquí sus palabras, mayores, si cabe, que su propia redondez.
Miquel Martí i Pol prologó unos de sus primeros libros. Decidí que este era un buen epitafio:
UN DIA QUALSEVOL
Un dia qualsevol foradaré la terra
i em faré un clot profund,
perquè la mort m’arreplegui dempeus,
reptador, temerari.
Suportaré tossudament la pluja
i arrelaré en el fang de mi mateix.
Quiti de mots, em bastarà l’alè
per afirmar una presència
d’estricte vegetal.
L’ossada que em sustenta
s’endurirà fins a esdevenir roca
i clamaré, amb els ulls esbatanats,
contra els temps venidors
i llur insaciable corruptela.
Alliberat de tota turpitud,
sense seguici d’ombra,
no giraré mai més el cap
per mirar enrera.