Y allí estaba yo, muerta de frío, susurrando bajito el cumpleaños feliz. Y allí estaba ella, muerta de frío, intentando salir del paso, sonriendo al tendido, rechazando el abrigo presidencial.  Tenía que conducir un acto en el que debían intervenir mi profesor de lingüística, Sebastián Serrano, Ferràn Adrià y el presidente de la Generalitat, Artur Mas. Dar paso a los respectivos discursos y dejar que la gente entrara en la exposición con su cerveza en la mano ( Damm, por descontado). Pero Adrià, cómo no, se salta el protocolo, y hace subir a doce personas más a aquella tarima del Palau Robert porque el equipo es el equipo y la Fundación no tendría sentido sin ellos. Por si esto fuera poco, el S. Mas anuncia que hoy es su cumpleaños y que nos agradece la fiesta sorpresa. ¡Tierra trágame! La conductora del acto empieza a cantar y las señoras con pelliza, también. Todos hacemos comparaciones odiosas….  Happy birthday…..

Serrano destaca que el nivel de excelencia, cultura y civilización de un pueblo se refleja en su cocina,  tópico arriba, tópico abajo. Echo a faltar un poco de teoría de la comunicación aplicada al acto de comer. Al fin y al cabo, no hay mejor espacio comunicativo que una mesa y él lo sabe. El S. Mas imita a Agulló y nos repite una y otra vez que Som una nació, una nación que cocina, que tiene su propia identidad y Adrià es su mejor embajador. Ojalá, repite el President, Catalunya estuviera llena de emprendedores como él, de gente que rompe las barreras de lo establecido, que se arriesga, lucha, trabaja y crea, crea, crea… Algunos asistentes, empresarios ellos, se sienten un poquito olvidados, celosillos, aunque no lo confiesan. Adrià toma la palabra- la destroza-, pero se le entiende  porque se dirige directamente al corazón de sus patrocinadores. Ep! La pela es la pela.

Después vienen los abrazos, las conversaciones con Juan Mari  Arzak sobre el prólogo de mi último libro– Comer  en España, de la subsistencia a la vanguardia- , el caldo del patrocinador, la exposición. Porque veníamos a eso, no?

Todo ello ocurrió hace dos días- 31 de enero- y desde entonces no paran de llegar mensajes a mi correo con más invitados, más presentaciones, más inauguraciones, más fotos, más notas de prensa. Un despliegue sin parangón para difundir la buena nueva de una exposición que se mantendrá abierta durante un año y que luego recalará en Londres y en Nueva York para descansar definitivamente en el espacio que la Fundación Bulli le reserva en Roses. Les copio la nota que envía GSR porque me parece que esto alcanza tintes megalómanos:

Se trata de una retrospectiva cuyo gran valor es haber sido pensada y realizada por los propios protagonistas de la historia, que han ido recolectando y guardando durante años miles de fotografías, recuerdos, objetos, e-mails…que ahora han juntado para ser expuestos y dignificar. “En el Palau Robert hay sólo un 10% del material que tenemos almacenado, cuyo destino será formar parte del museo- centro que se hará en Roses, de 4.000 m2 y ocho veces mayor que esta exposición” ha afirmado Adrià que, como en la cocina, ahora pretende cambiar la concepción de lo que es un museo”.

7 caníbales lo explica mejor que yo. Pero no nos olvidemos: todos los homenajes y las exposiciones retrospectivas están muy bien, excepto las que se hacen post-mortem.