Camino del Aljarafe, atravesamos Despeñaperros, otrora lugar por donde caían los infieles de uno y otro bando, ayer curvilínea y rocosa frontera con mi Ítaca deseada.
Pero, este desfiladero ya no es lo que era. Hemos cruzado al trote la puerta de Andalucía, sin romería previa de lentos camiones, furgonetas viejas y emigrantes desperdigados añorando el Sur. El túnel es la puerta y ya estamos, por fin, peinando olivos machadianos con la vista, dibujando siluetas de toros con criadillas de cartón.
Una bandera verdiblanca, un par de poemas, un cruce entre Úbeda y Baeza, las ventas de pan con manteca, las negras reses al sol de la tarde, la parca amarilla del albero, el rabo de toro de Casa Cuesta…..El imaginario de siempre por caminos distintos. Andalucía se bifurca en mil sendas y todas lloran en el Estrecho. Pateras y atunes.
Tras atravesar la polvorienta Meseta, Sevilla es nuestra tierra prometida. ¡Alá es tan grande en el Alcázar y brilla tanto la noche en el Modesto! Las ortiguillas y los calamares de la huerta compiten en perfume con los jazmines del Barrio de Santa Cruz. Al mediodía -lagartos de poca monta- buscamos la sombrita buena en el Aljarafe. Nuestro Hotel es un Alhambra de pacotilla: las pilistras están sedientas, las fuentes tienen leones de mentirijilla y chorritos de agua saltarines. Sólo nuestra felicidad es perfecta, oronda y jugosa como melones y sandías de cuneta.
Antes de la llegada de las grúas, los campos del Aljarafe eran olivares inmensos, viejos como senadores de la Bética. En sus casas de patios alicatados se comía, día sí, día también, un gazpachito con pan de telera, unas gordales con cañitas heladas. El pueblo tiene aún robusta iglesia barroca, plaza blanquísima, una antigua alquería reconvertida en Hotel- Hacienda en horas bajas, ganaderos que hablan de campo con prepotencia de Mihuras, la recogidita terraza de la Venta Pazos, donde las actrices maduritas y las amigas de la Duquesa se comen con el populacho el mismo jamón de siempre con papas aliñás.
El Aljarafe presume de arroz, de romería, de marisma y de pan muy blanco. Las carretas de mayo esperan las flores, preparan las beatas carne mechá y menudillo para el camino, garbanzos con espinacas, lomo en manteca. Dicen que la Vírgen bien vale una Aldea, un poco de arena en la boca.
Mientras, en el brillo de esta noche del Aljarafe, casi moruna, casi perfecta, la silueta de un Sur ensimismado me espera paciente en su silla de enea. Las chicharras susurran delante de Sanlúcar la Mayor: volverás, volverás , tarde o temprano, volverás.
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junio 22, 2013 @ 19:02
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junio 25, 2013 @ 19:44
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