Imagen: blog de miutopía.

Y por fin, Aljezur. Es éste  el final de nuestro  viaje. Más allá no hay más que océano negro y oscuras rocas escupiendo espuma,  y me alegro que así sea. Si tuviera gracia y pincel sería un Turner atormentado dejando constancia de esta naturaleza furiosa que se niega  a ser paraíso servil. Si fuera místico, castellano y poeta, escribiría  en cada marea una Oda Serena que me llenara de paz, o, a lo sumo, de olvido, que ya sería  mucho.

Año tras año hemos ido haciéndonos un hueco en este pueblo del sur de Portugal donde nos espera la señora María, tendiendo las mismas sábanas al  Poniente, perdiendo dientes, peinando canas.  Cada año habitamos de prestado una casa portuguesa, comemos pan alentejano, queijo  y vino verde  y, cuanto más viejas somos María y yo, más nos gustan estas estrellas minúsculas que corretean por encima del castillo de Aljezur.  Como no hay más alma que la mía en esta noche alentejana, hago aspavientos operísticos desde la torre y canto con una amarguinha en la mano – ¡Ah, el subconsciente!- un Nensu Dorma  patéticamente etílico que  sólo los maizales aplauden.

María nos ha alojado  en una de  las casas que bordeaban el canal que riega desde que ella era niña todo cuanto crece, pasta y vive  en los alrededores de Odeceixe : unas vacas brunas que se acercan a beber, trigales inmensos, algunas higueras, olivos y naranjos, huertos llenos de esplendor estival, una prima del boniato que se llama por esos lares  batata doce, girasoles que se voltean al paso del astro rey , cabritas y ovejas bobonas, cerdos que han ido distanciándose de sus hermanos de las dehesas extremeñas, muy a su pesar. Con unas almejas, unas patatas y mucho cuantro,  este plato de porco a la alentejana , junto con la cataplana y los miles de arroces- de povo- de tamboril, de langostinos–  es una de las muchas recetas que uno no debe perderse en esta cocina humilde, sin pretensiones, generosa…. femenina.

Imagen: http://lasrecetasdenoelia.blogspot.com.es/2014/11/cataplana-mar-y-tierra.html

Arrifama ha puesto almohadones de dunas en nuestro camino, una ría que ha perdido su bravura a las puertas de la muerte, unos niños asalvajados que juegan a robinsones de mentirijilla, un viento  que trae los aromas del peixe a las brasas de carbón, vivo aún sobre la pira ardiente: sardinhas, robalos, peixe espada, carapaus, anchoas, corvinas, chocos… Al atardecer llegarán las barcas y se repartirán las capturas. Si no llegó a la red, no llegará a la cocina. Es lo que hay.

La globalización suena muy  lejana desde aquí, pero también las teorías de la proximidad, el slow food, la biodiversidad, el ecologismo germánico, lo transgénico, la multiculturalidad, la fusión, lo orgánico, lo degradable, las hambrunas, las prisas, la opulencia, la sobreabundancia y la muerte.  Muito complicado, muito complicado, musita el alentejano.

Una mosca acaba de posarse sobre una corvina enorme, blanquísima, en este minúsculo mercado de Aljezur.  Un poco de caldo verde  y una tarta de higos  le vendrían  bien a este  festín.  Mañana, Dios dirá

Sopa portuguesa