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Biografía
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Feria, mercado, congreso y demás sarao gastronómico.

Como los titiriteros, los periodistas y blogueros gastronómicos vamos de feria en feria. Durante unas semanas, sin embargo,  he estado fuera de combate. Fuerzas mayores me impedían acudir a algunos eventos en los que suelo ponerme al día sobre la actualidad gastronómica. Con todo,  esto no impedía que llegaran a mi correo montones de noticias y notas de prensa con presentaciones de productos, vendimias aquí y allá, inauguraciones de restaurantes que estrenan tapicería y  nuevo chef (el tercero en dos meses), y ferias, muchas ferias gastronómicas.

Toda comarca que se precie vende una matanza de pacotilla a 30º , una feria quesera, una fiesta de la castaña, el calamar o la patata. Las instituciones han descubierto la sopa de ajo: que el turista no viene a ver el retablo del S.XIII que guardan con tanto esmero, sino a ponerse morado de chuletillas, vino de la tierra y dulces de convento.  Para darle empaque, a partir de ahora, llamaremos a este tipo de actividad turismo enogastronómico, o tabla de salvación de este país al borde del abismo.

También estos días, a pesar de mi retiro espiritual,  me tragué el documental Perú Sabe,  en TVE, y no en el Palacio de Pedralbes, donde Acurio y Adrià se dieron un nuevo baño de masas a la par que se abría  su  nuevo restaurante en Barcelona, uno más  del afamado empresario peruano. Con tanto trajín, no sé  yo si le queda tiempo para cocinar a este hijo de ex-senador,  miembro de la buena sociedad limeña, divulgador del legado gastronómico-cultural de su país (deseo creer firmemente en esta afirmación), propulsor, junto con Telefónica de proyectos de integración social, obviamente, escuelas de formación en materia culinaria, cantera de  pinches mal pagados en los miles de restaurantes que se abrirán bajo el paraguas de esta pujanza gastronómica del país andino.

Vaya por delante, sin embargo,  que defiendo  todas las culturas gastronómicas per se  y  me horroriza cada vez más la homogeneización culinaria de Occidente donde uno es incapaz de decir donde está a partir de lo que come: la misma basura en todas partes. Son, además,  potentes motores económicos, con crisis o sin ella, y,  por encima de todo, son el legado de los que nos dejaron un mundo comestible, respirable. Pero me abruma el exceso de mercantilización, el márqueting feroz de cualquier cosa que suene a sostenibilidad, a identidad, territorio recuperado a toda prisa con  el fin de atraer a cuatro urbanitas deseosos de beber mosto vulgaris, el cansino discurso mesiánico de los grandes chefs que nos salvarán la vida poniéndonos a cocinar….o haciendo de mono de feria en una ídem gastronómica.

Los pueblos necesitan en primer lugar poder comer, bien o mal, pero comer. Después han de ser educados en libertad, tratados con justicia y, acto seguido, ellos ya decidirán si quieren ser Messis, Acurios o lady Gagas. Me inquieta ese atisbo de frustración que un día u otro atrapará al muchacho que aplaude a rabiar a su ídolo culinario y desea con todas sus fuerzas ser como él: no un cocinero, sino un líder de masas.

Me alegra enormemente, por otra parte, que Perú– economía emergente, por otra parte y con una clase media cada vez más pudiente que ama el lujo, también el gastronómico- se enorgullezca de sus raíces, de su fusión y mestizaje culinario con culturas tan dispares como  Japón, la China,  la tradiciones pre-colombinas y el influjo hispánico. Creo que es positivo que los productores y los distribuidores de una de las  mejores despensas  del mundo aprovechen el momento y el talento de sus cocineros, pero, no nos olvidemos que en este engranaje que nos mantiene vivo a todos, en esta cadena  de supervivencia el primer eslabón es la tierra y el último es el chef. Lo demás es circo …o feria.


1 comentario
Sara Maria

octubre 22, 2012 @ 10:12

Reply

Quanta raó tens!!! A mi també em fan por tot el relacionat amb la justícia social o sostenibilitat i el màrqueting ferotge… Associat al que sigui, gastronomia, política, música…

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Por Ines Butrón
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