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Biografía

Comer en el Festival de Cap Roig: sólo para sus oídos…o no.

Tiene el Empordà ese aire de belleza arañada, arisca, que tanto gusta a los amantes del mar en furia. Es, en verdad, este pueblo al que no visito desde hace 20 años, raro como la cabeza de un Cap Roig. Se jacta de haber inventado la nostalgia musical de las habaneras, hace hogueras bebibles con ron y frutas al borde del mar y tiene unos bichos marinos que luego se come en cazuela.

En Calella de Palafrugell, a la  escórpora o el cabracho, el mismo que dio fama mundial a Arzak convirtiéndolo en pastel, se le llama Cap Roig y es  pescado de roca,  raro, peligroso y con  espinas, como cualquier rareza por la que uno merezca morir.  Hace más de 20 años, los mismos que hace que no piso sus calles, se celebraba  una noche de San Juan y no llovía nada, tiempo propicio para todo. También para un buen suquet tras cuya degustación  con patatas se desató una tormenta y una gestación de 9 meses. Es, en verdad, este plato «de barca», el único recuerdo nítido que tengo de esta Calella de Palafrugell, hoy vestida de aguacero estival. Aquel suquet de Cap Roig intenso, pecaminoso, que nos comimos al borde del agua, en aquellos restaurantes guarecidos bajo el  porche, es la visión más clara que tengo de aquellos días en los que todo empezaba rimbombante  a ritmo de marcha nupcial. Después, todo precipitación y ruido, guisos sin reposo suficiente, pobres de serenidad.

 Imagen: blog Con Los 5 Sentidos

El suquet y el pescado… y ahora estos jardines donde vienen a cantar la flor y nata del panorama musical. Seguramente atraídos por este Empordà  de poco sol y mucho viento, de playas abruptas, de locura daliniana, de pitillo y sarcasmo con café al modo de Pla, de alforjas llenas.

cap roig via veneto tartare de salmón

Pocos lugares en el mundo pueden presumir de tener una cocina conectada con la tierra.  Poca, pequeña, escarpada, pero llena de joyas gastronómicas, de piezas únicas.  Buena parte del recetario catalán está marcado por la idiosincrasia del terruño empordanés, de las osadías de esos mares y montañas que ya son unos clásicos, que entusiasman a los iniciados en la gastronomía de la provincia. Porque en realidad, toda Girona es una muestra de despensa excelsa.De  la ternera a las anchoas, de la langosta a los quesos, casi todo cuanto pertenece a esta geografía tiene la marca  de superioridad gastronómica casi garantizada.

Fusionar cocina con lo mejor de cualquier arte no ha sido, pues, difícil para el  festival  musical de Los jardines de Cap Roig que se ha ido afianzando año tras año con lo más granado de la música contemporánea. Si bien, años atrás, la guinda gastronómica a  un buen concierto la puso el Celler de Can Roca, este año es el turno de Vía Veneto.  En Cap Roig Festival, Via Veneto, el emblemático restaurante barcelonés con fuertes raíces en la cocina empordanesa, despliega tres opciones gastronómicas, todas de primerísima calidad y con los mejores productos locales y de estación. Los asistentes a los conciertos del Festival podrán escoger entre cenar de forma más informal en el claustro o plaza, o sentarse en la magnífica carpa que hace las veces de restaurante gastronómico.

 

Los platos abarcan desde el mejor pescado de lonja, los gazpachos de temporada, los canelones clásicos al estilo Via Veneto con pollo pota blava, el atún, el jarrete de cordero lechal, la ternera de Girona, la butifarra del Perol, la pintada, los magnífocos sorbetes, la crema catalana modernizada en tres texturas o el bavà al ron,sin olvidar la magnífica bodega con la que cuenta el restaurante que se nutre aquí con la D.O. Empordà. Todo con el sello del chef Sergio Humada y el equipo de Via Veneto que ha logrado, una vez más, que los festivales de los jardines de Cap Roig pongan en el mapa mundial a la mejor música  junto con la mejor cocina. Una experiencia que no será sólo para sus ojos……

 


3 comentarios
Alvaro

agosto 5, 2017 @ 16:22

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Poco sol dice…

Ines Butrón

octubre 2, 2017 @ 15:32

Reply

Se nota que no has estado ahí a partir del 15 de agosto….De todos modos, este artículo fue escrito a mediados de junio en un día que llovía a cántaros y eso es lo que el texto refleja.
Un saludo.

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Por Ines Butrón
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