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Biografía
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7 horchaterías y una Vespa: ruta de la chufa por Barcelona.

Ines_Hepburn

En julio del 87, con mi  mi anillo recién estrenado,  teníamos un techo, una cama y una Vespa para nosotros solos. Duró poco, sobre todo lo de la Vespa, porque enseguida llegaron ellos y hubo que compartirlo todo.  La Vespa, nuestra Vespa de color leche condensada,  se fue por donde había venido, resoplando libertad, y entró triunfante en el garaje el “coche familiar”.  Le descolgamos los cascos, le rascamos la pegatina de Pachá Ibiza y se la llevó un jovencito al que no le gustaba la horchata.

Pero a nosotros sí. Nos pirraba ir de un lado a otro sobre dos ruedas endebles, el pelo enredado,  la blusa ligera,  el bote de plástico frío contra mi pecho y su espalda goteando  horchata. Nos pirraban los lunes de tráfico y las noches de bochorno, la horchata muy fría y el sol en la cara. Nos pirraba nuestra ruta dulzona, la ciudad amante de esta “aigua de civada” que habían traído hacía más de dos siglos esos primeros valencianos que, en Navidad vendía turrones, y, en verano, horchatas para los barceloneses. En la entonces amurallada Ciutat Comtal eran famosas las horchaterías que se situaban en las cercanías del Paseo Isabel II. Allí recaló, por ejemplo,  el Tio Nel.lo, que fue el introductor de la famosa bebida levantina en esta  ciudad. El éxito fue tal  que, desde entonces, hay gente  fanática como yo que no perdona un verano sin esa deliciosa  bebida de chufa, gente que recorre las horchaterías como lugares de culto.

De entre las muchas que hay en el mapa de la chufa barcelonesa y cercanías he escogido 7, nuestras siete magníficas, frecuentadas hasta la saciedad, verano tras verano. Obviamente están la transmutadas turronerías Planelles Donat que ya han ocupado también su lugar de honor en este blog, La Valenciana, en la esquina de Aribau con Ronda Universidad, La Sirvent y su nuevo esqueje reconvertido en espacio gastronómico donde se ofrece mucho más que el mundo de la chufa y el helado, la emblemática y preciosísima Tio Che del Poblenou, y tres horchaterías badalonesas que tiene una horchata de muy buena calidad,  Can Solé, Lillo Picó  y horchaterías Fillol.  ¿Te llevamos?

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Planelles Donat. Vida de portería.

Si  quieres entender las costumbres alimenticias de los barceloneses debes recalar en estas “porterías” en las que una familia de alicantinos llevan décadas vendiendo turrones, helados, horchatas y granizados. ¿Y por qué una portería, preguntará usted? ¿Y por qué en el Portal de l’Àngel? Razones históricas lo explican.

Antiguamente, cuando estos alicantinos venían desde sus pueblos y ciudades a Barcelona para  vender sus productos lo hacían únicamente de manera estacional, unos pocos meses en invierno y otro tanto en verano. Se situaban en las cercanías del mercado de La Boquería, que era el meollo de todo. Pero pasado ese tiempo había que irse con los bultos a otra parte. Puesto que los negocios no daban entonces como para alquilar locales de forma permanente, se colocaban en las porterías y entradas de edificios de la zona. Y así, fueron quedando, echando raíces, formando parte del mobiliario, como quien dice. Al fondo el ascensor, a la entrada los fartons y las horchatas. Curioso, ¿verdad?

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El Tío Che. Un alicantino en la Rambla de Poblenou.

La historia de esta familia da para una película de Benigni :  “Ché, prova. La vida és dolça” (hay un librito precioso que explica todas las peripecias del Tio Che)  Llegaron de Alicante en 1912, se instalaron primero en La Barceloneta, pero pasaron pronto a ocupar una famosa esquina del Poblenou de donde no se movieron hasta que una bomba les obligó a trasladarse. Son la viva imagen de la constancia y la piña familiar. Desde su nueva ubicación trabajan incansablemente y llenan los alrededores de ese olor a chufa fresquita, helados y bocatas calientes que tanto embriaga en las tardes estivales.

Horchatería preciosa, llena de detalles de la famosa tradición ceramista valenciana, esta horchatería tiene lleno hasta la bandera en las tardes de julio. Es el alma del barrio,  para quien ha ido ampliando la oferta al gusto de los nuevos tiempos y necesidades. Tiene el encanto de lo tradicional y genuino: la calidad, la amabilidad, la familiaridad de los clientes fijos – que son legión-  y el conocimiento del producto por parte de la nueva generación familiar.

 

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La Valenciana. Chufas y letras.

Una de las grandes. De mis preferidas, supongo que por la cercanía con el Patio de Letras, desde donde yo salía escopeteada después de los exámenes finales en busca de una horchata, un granizado de limón o un cubanito.

Tienen de todo manteniéndose fiel a sus raíces.  No hay  demasiado interés por llegar a ser “los creativos del barrio”, sino por mantener la identidad y la clientela que, desde la mañana a la tarde, busca mesita en el interior o se acerca a la barra en busca de un cucurucho.  Las blogueras con afán documentalista no son muy bien recibidas, pero todo no se puede tener:)

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Sirvent: Sant Antoni chufero.

Una de las familias con  más arraigo horchatero en esta ciudad es, sin duda, la familia Sirvent. Esta horchatería era uno de nuestros imprescindibles. Pero mejor ir  a pie, paseando, o con una Vespa:)  Es imposible aparcar y hay que armarse de paciencia en pleno verano. Riadas de gente inundan  la calle, pero vale la pena.

Hoy en día tenemos la nueva Sirvent, un espacio gastronómico que aspira a ofrecer al cliente mucho más que sus bebidas de chufa,  dulces y helados clásicos. En  un enorme y precioso local decorado por Lázaro Rosa Violant, la cuarta generación de esta familia pondrá en marcha muchas novedades que explicaré en breve (cafés y smoothies, brunchs, combos- menús al mediodía, espectáculos musicales, etc). De momento, eso sí, os recomiendo este lugar para fans de la horchata de calidad. Una delicia beberla en su blanca e iluminada barra, rodeado de unas paredes de azulejos brillantes  e inmaculados que aportan sensación de frescor.

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Can Solé, La Fillol y la Horchatería Lillo Picó: de camino a casa.

No sé por qué razón (pero prometo investigarlo) Badalona tiene algunas de las mejores horchaterías de Barcelona y el área metropolitana.  Está en el ADN de los badaloneses el paseo del sábado por la Calle del Mar, las mechas muy rubias y la horchatita después de la playa.  Ni el mono más famoso de la historia de la alimentación tuvo nunca tanto éxito como una buena copa de helado en la esquina del carrer de la Creu en vísperas de verbena. Allí,  junto a los muñequitos del letrero de Lilló Picó, se juntan los chiquillos más escandalosos, aún con la arena puesta, y las señoras más encopetadas sorbiendo cubanitos. “Tot molt bó, nena”. Badalona en estado puro: costumbres burguesas, apego al mar y modernidad mal digerida.

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Lillo Picó son buenos artesanos, como sus casi vecinos Fillol, que trabajan el mundo de la chufa desde 1925, aunque estos últimos se han hecho famosos sobre todo por sus helados. Desde 2007 su obrador no da abasto a llenar su aparador de colores y sabores. Da gloria verlo.

Nosotros somos, sin embargo, muy fieles a Can Solé. Su horchata es pura chufa, sus marrons glacés en invierno me parecen de los mejores que he probado,  y sus turrones elegantes están al nivel de los más gourmets que se han lanzado al mercado últimamente.  En cualquier caso, recalo igual de feliz en cualquiera de ellos: un trío de lugares que hay que apuntarse si se cruza el Besós en dirección al Maresme.

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Por Ines Butrón
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