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Hablemos de comida: Dianne Jacob. Libros Cúpula.

Hablemos de comida es un manual práctico, lo cual significa que encontrarás en él información exhaustiva y ordenada, consejos, ejemplos, vivencias propias y ajenas y ejercicios prácticos para iniciarte en el genero de la “escritura gastronómica”. Esto es una característica de casi todos los ensayos y  libros divulgativos escritos por autores norteamericanos: órden y método, guión bien estructurado, sin concesiones a la preguntas incómodas y a la divagación. Un libro pensado para “ayudar” a escribir y a “divulgar”  la cultura gastronómica desde todos los ámbitos y canales de comunicación posibles.

Con todo, hay que tener en cuenta tres cuestiones básicas. La primera es que  el libro se basa en la experiencia de una escritora que vive en un país absolutamente distinto al nuestro. No todos sus consejos y sus explicacions son extrapolables a la situación real  de la “escritura gastronómica” en España, con su especial idiosincrasia la  peligrosa y eufórica sobrevaloración en los últimos años  del hecho culinario. Por otra parte, entrecomillo continuamente el termino “escritura gastronómica” porque dudo de que ésta exista a día de hoy – salvo honrosas excepciones-  en la mayor parte de las publicaciones dedicadas a este amplísimo tema cuyo fin último es el publicitario, desgajando así de la gastronomia todo atisbo de cultura que lo haga indigesto para la gran mayoría de una población cuyos índices de lectura están bajo mínimos.   Y por último, me cuesta creer  que este género, que podria ser periodístico o, mejor aún, literario, pueda aprenderse siguiendo unos ejercicios o pautas. La escritura gastronómica, como cualquier otra,  requiere de un talento innato que se pule, se consolida y se hace propio con los años, la práctica, las vivencias y las lecturas, pero no se inocula en ningún taller, punto de partida de este exitoso libro que viene reeditándose desde el 2005. Éxito de ventas, pues, que llega a España en un momento en que hablar de gastronomía se ha convertido en una moda cuyo mayor enemigo es, precisamente, su popularización.

influenecerImagen: https://elementalchefs.es/que-es-un-influencer/

Como todas las modas, quien la adopta sin espíritu crítico ni mayor aspiración que el mimetizarse con la gran masa se convierte en un fashion víctim de la comida. De hecho, el termino foodie, inofensivo en principio, está adquiriendo connotaciones negativas en la medida que solo el descubrimiento de  la tendencia importa, puesto que el análisis de la misma es irrelevante, de ahí que la mayor parte de las publicaciones gastronómicas, como hemos dicho antes, están más cerca del publireportaje que del conocimiento de los modos del comer como reflejo de una sociedad en continua metamorfosis.  Para llevar a cabo esta tarea, corre el bulo de que  basta con recórrer y describir  estos sancta sanctorum de la comida fashion y plasmarlo en algun blog o red social saturado de “influencers”, termino, este sí, sumamente terrorífico ( entre la influencia y la manipulación, hay solo un paso)  y que no aparece en este “Hablemos de comida”  porque para ello no hace falta ni siquiera saber hablar.

Centrándonos en nuestro país, el gran problema de la “escritura gastronòmica” es que ni es escritura ni es gastronómica, sino una acumulación de lugares comunes  y frases hechas sin digerir ni comprender que se van repitiendo como un mantra que acaba despojando a la gastronomia de todo su contexto cultural para convertirla únicamente en “la chispa de la vida” ( el márqueting gastronómico- la madre del cordero-  tuvo aquí uno de sus mayores logros)  Aún así, leer a Dianne Jacob es sumanente interesante porque en su “Hablemos de comida” están los diez,  o veinte o treinta mandamientos que todos, incluida quien reseña, deberíamos seguir para poder presentarnos ante el mundo como “profesionales” de este ámbito para el que hace falta, según la autora y Perogrullo, pasión, ética, esfuerzo y, yo añadiría, una fe ciega en la necesidad de convertir el tema gastronómico en un aspecto fundamental de la vida humana y no en un tema menor para mayor gloria y entretenimiento de cuatro  ociosos/ afortunades. La comida es lo que mueve al mundo, no solo las redes sociales.

cunqueiroHablemos de comida y toda su carga de optimismo del tipo transmite emoción, estimula los sentidos y abre el apetito,  lee a los clásicos, cuenta historias, expresa tu voz, genera constantes ideas, empápate de conocimiento, viaja y toma notas del paisaje y sus productos, sigue y aprende de quien admires, conviértete en fotógrafo/a, ofrécte como voluntario en restaurantes o apúntate a cursos de cocina, es,  en esencia, esto: una lista de buenas intenciones, necesarias para todos aquellos que quieran iniciarse en este aspecto de la cultura y no morir en el intento.  Sin embargo, los que somos “perros viejos” en este oficio sabemos que la realidad es francamente demoledora. No porque no haya gastronomia o comida  bajo cualquier piedra que levantes, incluso, con una muy buena imagen, lo que no hay es lenguaje, y mucho menos “escritura”, porque, si algo dice bien claro Dianne Jacob en Hablemos de Comida es lo siguiente:

Considero que la buena escritura es el factor determinante de la literatura gastronòmica de calidad (…) El cofundador de la revista saveur, Colman Andrews, actual editor del sitio web The Dayly Meal, lo expresa con absoluta claridad: “si no tienes capacidad para ser un buen escritor, no puedes ser autor gastronómico. Hay que buscar la claridad de la expresión, el estilo, la voz, el rigor, el conocimiento de la estructura y el ritmo del lenguaje. La idea de que la escritura gastronòmica es una disciplina independiente es falsa”.

Y ahora sí, y después de esta verdad como un puño, Dianne Jacob nos explica cómo empezar un blog y mantener a raya a las marcas que quieren que trabajes por un plato de lentejas, cómo escribir una crítica de verdad, sin entusiasmo y con objetividad (?) , cómo lidiar con editores que no quieren ensayos ni recetarios que no vengan apoyados por una plataforma de seguidores de  programas televisivos o miles de followers, cómo escribir crónicas para revistas corriendo con tus propios gastos y sin remuneración, como escribir la segunda parte de “Como agua para chocolate” ( esto último sería mi deseo más íntimo), y muchas otras cosas por las que vale la pena apuntarse al “club”.


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Por Ines Butrón
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