Pastoras del siglo XXI…. Las pastoras de estos 60  relatos no son las del cuento de la lechera, ni aparecen en belenes vivientes con las mejillas coloradas y las faldas al vuelo. Son mujeres de este siglo que quieren ser libres como sus animales. Son 60 relatos de mujeres y bestias  agrupadas bajo el rótulo ramadares.cat.  Nuestras pastoras del siglo XXI  están dispersadas por las montañas y bosques de este territorio haciendo una labor callada, sutil, invisible y esencial.

Historias muy bestias  la de estas mujeres  fortaleza que nos cuentan  cómo decidieron cambiar el rumbo de sus vidas y abrazarse a esta extraña vocación sin misticismo, unirse a la congregación de las ramaderes ( mujeres dedicadas a la  ganadería extensiva)  sin más propósito  que la de  ser,  y no estar,  en un mundo que ha dado la espalda al territorio, a menos que le interese sacar rendimiento político de él.

A medio camino entre la más radical de las entregas, la esclavitud, el trabajo cotidiano y  constante y  la más sabrosa de las libertades escogidas, estas mujeres nos relatan cómo es su día a día,  cómo comparten su pedazo de terruño entre todos los que por allí pululan,  lo que comen sus ovejas lachas, sus dos vacas inglesas, pequeñitas y suaves, como Plateros en tierras extrañas, y la que viene en camino, sus perros  y las ocas que chillan desde la otra esquina, el gato que salta para meter la zarpa en la miel, los niños que se columpian rompiendo la barrera del silencio….

En este rincón de la comarca de La Selva,  en el municipio de San Hilari de Sacalm, tierra de nabos o salsafins, un producto cada vez más escaso y desconocido para propios y extraños, vamos a hablar con Yas, Albert y su pequeño hijo, que, como todos los niños, no está interesado en hablar tonterías de adultos y se recluye en su casita altillo  de madera, sin rastro de cemento, totalmente transportable cuando el momento y la situación lo requieran, al ladito mismo de su rebaño de cien lachas vascas que su padre trajo de Euskadi,  cuando fue a formarse como pastor. Así es la vida y la gente de la Granja Circus. 

Todos los días son iguales para no ser nunca los mismos. Cabeza de nido,  o el alter ego de Yas, escribe en su blog sus dietarios animados, sus vidas y sus ovulatorios, que ya comparte con cien hembras más que, como ella,  se disponen a parir casi a la vez, con ese leve resuello  de angustia y emergencia feliz que  ella oye en medio de la noche y que nace del interior de un vientre no entrenado. No sé si es esclavitud, locura o la vida de unas pastoras del siglo XXI que no pueden, ni deben alterar el ciclo de la naturaleza, el ritmo de las cosas a su tiempo, y, con todo, se vuelcan en sacar adelante esta tarea titánica de mantener la tierra intacta con la sola ayuda de unos animales lecheros.

Aquí la ginesta y el algarrobo, aquí el tomillo y la hierba de pastor, aquí los nabos y las coles, los robles y las encinas, la cebada y el abeto… Albert me cuenta como ha ido roturando con el consenso de sus lachas un terreno que pertenece a una masía contigua para poder sacar adelante un proyecto que necesita como condición sine qua non un diseño no invasivo del paisaje para que puedan pastar y reproducirse.  Sus conocimientos son infinitos para una urbanita  nostálgica que,  aun habiendo leído a Virgilio y Garcilaso,  jamás creyó en el bucólico estado de una abeja que zumbaba en endecasílabos, pero que se siente insignificante ante la rudeza y el coraje de algunos. ¡Son relatos tan bestias la de estas pastoras!

Y, mientras tanto,  esos balidos insistentes. Llega el momento de salir a rumiar la hierba húmeda. Dos veces al día,  con la  persistencia del que no necesita reloj,  y sin inmutarse, estas  lachas que van a lo suyo empiezan a rumiar, a mandíbula batiente, para conseguir  un queso de leche cruda para el que se necesitan 100 litros, es decir, tres horas de ordeño manual diarios todos los días de la semana.  Pero no, no están aborregadas, ni las lachas lanudas ni las pastoras del siglo XXI.  Cada una es cada quien es en este círculo vital. Cada cual hace su función. Cada cual es cada quien,  y cada quien es cada cual,  negra o blanca, peluda, rellenita, ojos chiquitos o saltones, cruzan  el arroyo y se comen  la zarza por donde le place.

El perro guía es un saltinbanqui que me ha asaltado al corazón. El segundo perro observa,  es  una figura que pace paciente, vigila y es una bestia noble.  Albert ya lleva el cayado en mano y va siendo hora de despedirnos.

Me encanta este queso de leche cruda de oveja lacha, esas  que llevan  el melenón  à la mode de  Woodstock,  como si nada hubiera pasado…. O tal vez sí.