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En esta casa nos declaramos fans incondicionales de los bizcochos. Siempre hay un motivo para preparar  un bizcocho sencillo de cualquier cosa y hacer feliz a alguien : una visita inesperada, un regalo a una amiga, un cumpleaños infantil, un detalle para los abuelos que ya no pueden masticar bien, una merienda para los hijos… Nada más simple, rico y nutritivo para una criatura que un buen bizcocho. 

En esta casa procuramos que no entre nada de bollería industrial, zumos artificiales  ni refrescos edulcorados. Es  nuestra particular «causa» por una alimentación más sana, consciente y confortable,  y queremos dar ejemplo desde este blog  no llenando nuestras páginas de cosas empalagosas que atraen la vista- y el tráfico-  del lector, pero no pueden ser el centro de su dieta diaria. Si, con todo, no puedes resistirte a un dulce, es mejor que sepas lo que comes y lo hagas  tú mismo, sobre todo si tienes familia con intolerancias de algún tipo: no comas magdalenas empaquetadas pudiendo hacerlas tú en un plis plas, no te lances a por las grasientas roscas del súper, los exageradamente azucarados bizcochos llenos de conservantes, edulcorantes y quién sabe qué más cosas ininteligibles.  Es una cuestión de hábitos.  Acostumbrar a un niño a comer cosas menos dulces le acarreará menos problemas en el futuro, de la misma manera que los adultos tenemos que tender a poner menos sal en nuestras comidas. Pero, aquí lo dejo. Este no es mi terreno.

Hoy os explico el más sencillo de los bizcochos, un dulce clásico  que permite tantas variaciones como reposteros hay en el mundo, así que tú toma nota de esta sugerencia y tú mismo  te creas el tuyo. Feliz fin de semana!

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