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Reconozcámoslo: el éxito del verano es una brocheta a la barbacoa,  con permiso de las paellas  y de Georgie Dann,  que nos enseñó lo que era el desenfreno en las fiestas de pueblo, el baile del bimbó  y lo que era una buena peluca.

Las brochetas (antes, pinchos morunos) son un clásico que nunca muere. Tanto si tienes un rincón apañadito para los colegas en el chalecito ( antes, torre)  de los suegros, con piscinita y huerto,  como si lo tuyo es emular la vida de los americanos, con jardín de  película,  y pasarte el día tostándote al sol para hacer lo propio con todo  lo cárnico que te pongan a tiro, lo tuyo son las barbacoas y los fuegos, tienes un tirón, «una retirada» , que decimos los catalanes, a Neardental avanzado.  Si, tristemente, lo tuyo es una vitro moderna en una minúscula cocina  urbana que da a un patio interior , no te preocupes,  tú también podrás disfrutar de esta brocheta:) Quien no se consuela es porque no quiere.

En cualquier caso, llega el verano y hay que pensar en comidas fáciles y rápidas, resultonas, pero con poco esfuerzo. Y ahí, no me lo negaréis, las brochetas se llevan la palma. Son más cuquis, más finas, más ligeras,  gustan a todo el mundo porque ensartan un montón de cosas que, al menos, a simple vista, son de lo más atractivo. Además, puedes lucirte con las mezclas de ingredientes y las salsas,  demostrar que has hecho un montón de masterclass de cocina durante el invierno.

A mí, la verdad , me gusta más un buen arroz, con su gazpacho de primero, las sardinas a la brasa, la fritura de boquerones en adobo, la cerveza helada y la siesta postcomilona  apartando moscas.  Pero, tranquilidad, hoy os explico cómo hacer esta brocheta que tiene este aire asiático que tanto luce entre los círculos del healthyfood. Otro día ya nos tiraremos al barro con un buen arrozaco, que para eso tengo ya el libro de Xesco Bueno.

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