La sopa de cebolla gratinada o soupe à l’oignon es una de nuestras sopas preferidas. Es una de las grandes sopas del invierno: rotunda, sencilla, fácil, sacaiante y reconfortante.  Como todas las sopas simples de la gastronomía popular, es una sopa con pocos ingredientes que tiene por finalidad calentar el cuerpo aprovechando el pan del día anterior,  aunque podéis encontrar variantes en los distintos recetarios. Ya sabéis, cada maestrillo tiene su librillo.

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En principio, para hacer una sopa de cebolla  gratinada nos basta con unas buenas cebollas, pan más bien duro, algo de queso y hierbas aromáticas como el tomillo y el laurel. Nosotros, sin embargo, hemos añadido un huevo a esta sopa de cebolla gratinada porque de esta manera la completamos con una buena proteína y  elaboraramos  una cena completa en un solo plato.

Hay quien utiliza, además, algún vino tinto para oscurecer más la cebolla que debe caramelizarse poco a poco, sin quemar, dejando que suelte sus azúcares. De ese modo su sabor pasa a ser dulzón y agradable, y  su textura suave. Podíéis también ayudaros de un caldo de carne o ave para potenciar el sabor de la sopa, pero nosotros sólo hemos añadido agua y algo más de queso, para hacerla melosa sin disfrazar el sabor de la cebolla caramelizada.

Como podéis comprobar, nada tan sencilllo  y sano como una sopa de cebolla,  equivalente a nuestra tradicional sopa de ajo, de tomillo o de cualquier otras sopa popular con una base de pan.

No olvidéis, además, que la cebolla es un buen expectorante y, por lo tanto, es fantástica en el caso de que andemos un poco resfriados.