En Catalunya, los sábados son días de trajín, nada sabáticos. “Fer dissabte” es hacer la limpieza semanal y la expresión “dissabte, mercat“, es hacer la compra de la semana, proveer la despensa, organizar la intendencia.
Los mercados semanales, ambulantes o fijos, son un hervidero de gente que huele las mandarinas, las clementinas y las fofonas con celulitis cítrica; toca los fuets y los salchichones de Vic con unos dedos entrenados para comprobar si están bien curados, manosea las coles en las que aun vive el Patufet para preparar trinxats, se explica a voces el secreto infalible de la salsa de unos calçots de temporada, chillan los niños arrastrados por las madres y se impacientan los maridos-sherpas.
A pesar de todo, el mercado es el mundo y el hiper, un limbo donde sólo van los niños que murieron sin bautizar y sin comer de verdad. El mercado es la prueba de fuego en el que se descubre quién es quién en el terreno de la alimentación, el hiper es para los que comen cada día en casa de la suegra, creen en Disney, sus castillos rosas y sus hamburguesas de cartón piedra.
El mercado -qué se le va a hacer- no atrae clientela joven. Les aterran las pescateras tetudas, las agallas de sus merluzas , los cuchillos sangrientos de las que descuartizan pollos. El bacalao y la arengada son sólo cartones resecos que se transmutan en algo comestible que ellos jamás probarán porque no tiene el atractivo de la figura aventurera del capitán Frudesa. En las paradas de legumbres secas, el grà de nuestros abuelos, no se asoma ni cristo menor de 50 años. Miseria y compañía, nadie se vende ya por un plato de lentejas.
Pero lejos del mercado, en los estantes de los embolsados, los precongelados, los enlatados y los precocinados se esconde un mundo mucho más terrorífico que todas las paradas de casquería juntas. Una inmensa industria alimentaria fabrica para nuestros hijos sabores y olores que les acerquen a un mundo feliz y embolsado, aromas y gustos tan artificiales que podrían convertir el betún en una merienda ideal para niños hipercativos. La industria alimentaria es hoy en día más peligrosa que la armamentística, tiene más aliados en el congreso de los EEUU y mueve más millones que la petroquímica y la farmacéutica juntas. Es más salvaje, destructiva y sin escrúpulos que todas ellas.
El mercado del sábado tiene esta mañana de sábado un olor a invierno aceitunero. Dicen que pronto habrá habas, pero yo creo que sería mejor esperar. Cada cosa a su tiempo. Mientras, los ajos tiernos, los puerros inmaculados, las coles de bruselas , que no saben ni papa de francés, el apio tiernecito y la alcachofa del Prat me dicen qué época del año es y qué debo comer para sanar mi cuerpo y mi espíritu.
Si no fuera porque necesito papel de vater jamás entraría en el Carrefour.