Imagen: esmadrid.com
Mi apreciado amigo Javier Sanz me espera en la estación de Atocha con la misma mirada azul de hace 20 años. Gardel nos tararea flojito: blancas las sienes, el alma aferrada a un dulce recuerdo. Nos miramos como si hiciera un ratito que nos despedimos en Sants. Algunos pequeños cambios han surgido al paso; cosas de poca monta. Sin embargo, la misma cadencia en su voz, el paso grandote, la escucha atenta. Javier ha preparado para mí una ruta gastronómica porque sabe que el estómago y sus circunstancias son la estela de mis viajes, de mis recuerdos y, muy a mi pesar, lo que me ata a la vida mientras ésta se me escapa.
Pisamos el mercado Barceló el sábado por la mañana mientras me explica que Almudena Grandes se inspiró en estos mismos lenguados babosos que yo ahora manoseo para escribir relatos suculentos. Es cierto, certifico, que el pescado más vivito se come en Madrid y siento la envidia de la periferia, siempre dispuesta a maldecir la capital que se come sus frutos. Hay cestos con garbanzos de Fuentesauco en los que meto la mano con la misma felicidad de una Amelie entradita en carnes. Imagino los buenos potajitos que mi madre haría con una miajita de tocino, apio y arroz. !Y esos cocidos de tres vuelcos, con su chorizo y su salsa de tomate!
En los callos también estarán buenos estos garbanzos mantecosos, si no se pasan con la guindilla, que aún me repite la cazuela que me comí cerca de la Plaza Mayor por llevar la cámara de fotos colgada al cuello. ¡Hay calçots del Maresme! ¡Con lo lejos que está mi casa! Y chirimoyas de Granada, y cochinillo de Segovia, y chorizos de león, y hasta botillo, y unas morcillas asturianas que huelen desde la puerta. Madrid mira de lejos a las cocinas regionales, con la cara de asco de un Austria aburrido, espera a que le llegue todo y después “se va con el vencedor”. Camba, dixit.
Vamos a por unos quesitos a Poncelet y un recuerdo a la Casa del Formatge de l’Avinguda Carlemany me frena los pasos en el felpudo. ¡Jodidos, estos quesos! ¡Cuánto más me gustan, peor huelen! El personal, inmunizado, va de punta en blanco y prepara cestitas con Camembert de nueces, quesitos de cabra de Grazalema, un Stilton, Colston Basset D.O.P y una confitura alsaciana con sus grisines italianos para Caperucitas muy chics. Aceites de postín y vinos de muchas añadas se muestran en los escaparates de las tiendas donde comer bien es signo de algo, pero no sé muy bien de qué.
Compramos unas chuches en una tienda sueca del color del algodón de azúcar. Nos atiende el león cobarde y el hombre de hojalata repone el regaliz. Chueca no es lo mismo sin carrozas, es una noche de Reyes desangelada; pero tienen unos pastelillos de aire inglesito sobre manteles de cuadros y platillos de porcelana con blondas que bien merecen una parada golosa. No encuentro a la Tetera de la Bella y la Bestia por ningún sitio.
Se me antojan berenjenas fritas cerca de la Plaza de Santa Ana. Nos reímos del frío con unos huevos fritos con patatas y jamón y vemos que los ahumados tienen buen aspecto en esta tasquita de azulejos, erguida en su rincón de siempre, de serios camareros con galones y cruces al mérito de guerra. Antes de entrar al cine, Javier se relame ante unos dulces sirios y yo le regalo una cajita donde haya mucha miel y pistachos. C’est pour toi…
A punto librería tiene unas cazuelitas le Creuset que son el sueño de cualquier niña con zapatos de tacón, pintalabios rojo y delantal prestado. Conocemos a Sara Cucala, nos firma su libro: Desayunos en Madrid y lo celebramos en el Café del Espejo, frente a la BNE. Cervecita bien tirada, luz, mañana de domingo, patatas chips y conversación pausada. Nostalgia de amor en el aire……
El mercado de San Miguel triunfa. Las ostras, los bacalaos, los dulces, los yogures, los quesos, las mermeladas, los percebes, la papaya, la lenteja pardina, el pan de ciruelas pasas, la longaniza de Vic, el lacón y el pata negra son reyes de una fiesta de invitados golosos, gourmands, sibaritas, gastrónomos, cocinillas, curiosos, embelesados, enamorados por un día, chefs ocasionales, pícaros sin hambre. Somos, nosotros también, partidarios de la felicidad y brindamos por Montalbán que al cel sia.
¡Vaya! No hemos entrado en Lardhy. Parecía una postal, ¿verdad? una foto sepia que sacas de un cajón de por ahí. Ni las estrellas Michelin le han hecho sombra a este madrileño a un mostrador pegado.
Se marcha el AVE. Y todavía no nos hemos comido unos churros con chocolate, con organillo de fondo. En la Verbena de la Paloma, chulapa mía, preparan unos bocadillos de entresijos que ríete tú de los de calamares.…
Ahí te quiero ver……..
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