Imagen: relacionesgastronómicas.com
Pasaron las fiestas navideñas y su corte de nostalgias enquistadas. Se pregunta lo mismo y se responde, con suerte, lo mismo. ¿Cómo han ido? Bien. La desgracia pasó de largo. Buen año, pues.
En los bares, de mi barrio y el suyo, se nos murió como el rayo, el señor P., con quien tanto quería, y la mujer del tercero, la viuda de R., amaneció tiesecita, el día de Navidad. Dios la tenga en su gloria de poleo menta. Los inocentes se tiran los tejos con la mirada… de aguardiente.
En los bares, de mi barrio y el suyo, madrigueras de solitarios, se desahogaron los que comieron a solas, los que esquivaron dardos. Las plañideras adosadas se abrieron las carnes con sacarina. Se arregló el país a golpe de cerveza sobre el mármol, estalló la alegría como mascletá, a golpe de bombo lotero, nadie escucho al Bribón. Pá qué? Ni pena, ni gloria.
La gloria es para ellos, para esos otros, los bares lejanos, los de barras impolutas, camareros con galones, bandejas de navajas que sacan la lengua, ostras en lechos de hielo y col, besugos bobos, merluzas que se comen su cola, jamones con chorreras, almejas que babean, cochinillos que lloriquean post-morten un infanticidio salvaje, corderitos que no cataron prado, champagnes que rien ne regretten , mujeres con perfume, hombres lobo….
Esta Navidad, Quimet, Cañete y Vaso de oro me reconciliaron con mi aversión al deporte nacional- pasar horas muertas botellín en mano-, me recordaron los mejores tiempos del vermú dominical en una Ciudad Condal que ha dejado el centro en manos de usureros de la restauración. Ni Sevilla, con sus tapas de postín torero, ni San Sebastián, con sus mil pintxos antológicos, ni Zaragoza, ni Logroño, ni Pamplona permitirían que el casco histórico de sus ciudades se llenaran de caricaturas gastronómicas.
En esta ciudad, las mejores barras- aquellas en las que sus parroquianos no conocen el síndrome de la barra de bar: parloteo vacuo, suciedad por el suelo, maquinitas de ludopatía consentida, vasos Duralex tirando a oscuro, lavabos unisex- se esconden en sitios como El Poble Sec, La Barceloneta o El Raval.
La cervecita bien tirada, la latita buena de berberecho o mejillón-gallego-, atún escabechado, con o sin guindilla, foies que no se desparraman en el plato, tortillitas de camarones que crujen como peinetas gaditanas, los quesos más selectos, extremeños, catalanes o de la France , morcillas para pecar, bravas para relinchar, huevos que se cascan, se rompen, se funden, la pringá– dícese del trocito de tocino blanco, ligeramente salado y suave que uno mezcla con otras carnes del cocido y lo unta en pedacito de pan de telera. Fuente: parientes varios- la berenjena morisca y la croqueta de toda la vida de Dios ( bien hizo la Academia de Gastronomía de recalar en Cañete y acordarse de su propietario y su jefe de fogones, el S. Massó), el filete con pimientos del Padrón, en su punto y su sangre, el tomate confitado, el salmón, el caviar, el vino húngaro que nos endiñaste, canalla.
Queridos Reyes Magos: el próximo año, si aún estoy aquí, ruego me traigan tres barras y ningún funeral. Tampoco es tanto pedir….
angelscuina
enero 8, 2013 @ 20:07
Pues he visto la lucided!…con tu permiso para el año que viene me pido lo mismo 😉 Feliz Año 2013 Inés!
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enero 9, 2013 @ 12:43
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