En mi opinión, el mejor recetario es aquel que es absolutamente realista, práctico, aquel que tiene en cuenta las necesidades y las limitaciones del lector. Por mucho que nos gusten las recetas de los grandes chefs, sus platos imponen, sus fotos nos amedrantan, creemos que sólo si la receta resulta idéntica a la que inmortalizó el fotógrafo especializado, nuestros comensales nos admirarán, lo cual es una gran fuente de frustración y una de las razones por las que los no iniciados no se deciden jamás a entrar en la cocina.
Por otra parte, la mayoría de ellas necesitan montones de ingredientes– algunos desconocidos para el usuario medio-, cantidad ingente de instrumental especializado que no cabe en nuestros minúsculos armarios, y, además, el conocimiento de técnicas que superan el nivel básico.
Pero los tiempos han cambiado, las cocinas son pequeñas, los/las cocineras no tienen tiempo ni de comprar ni de cocinar, huyen como de la peste de las cocciones largas y adoran los toques frescos, divertidos, exóticos, a veces, sanos, deliciosos y, casi siempre, frugales. Es decir, les gusta comer bien, sorprender a sus invitados, pero no sienten la necesidad de emular a sus abuelas porque se sienten a años luz de aquellos tiempos de platos laboriosos y contundentes.
Teniendo en cuenta todo ello, Marta Carnicero escribe un libro eminentemente práctico que te explicará desde lo que debes almacenar en tu despensa como ingredientes básicos, hasta aquello que puedes preparar con antelación, lo que se puede congelar o, simplemente, conservar en la nevera para preparar cosas deliciosas en un plis-plas.
El guión es como un retrato de la nueva generación culinaria: pareja joven, con o sin hijos, que habita micropiso con micrococina, siempre con prisas, con jornadas laborales largas y complicadas que desea «preparar un plato sencillo para esta noche«, gente preocupada por la salud y por los buenos hábitos alimentarios, es decir, personas que comen «platos sanos y deliciosos«. Marta dedica también un apartado a las sopas más sencillas, en verano e invierno- imprescindibles, fáciles y reconfortantes-, no olvida «las recetas «ultrarrápidas» que nos alejen del Fast- food, las recetas de horno ( ese gran invento que cocina solo y no ensucia!), sabe que muchos de sus lectores, y ahora también sus hijos, comen en el trabajo o en la escuela, para ellos es el apartado «las recetas del día después o de la fiambrera». «Los platos de tres ingredientes» son ingeniosos e incluyen delicias como el atún en papillote con lima y gengibre «, no olvida los acompañamientos sencillos y sabrosos ( hummus, rostis, woks de verduras) para darle el toque de gracia a un filete o un pescadito. No podían faltar, tampoco «las recetas de los fines de semana ( para lucirse y recrearse), las ideas «para comer de un bocado» ( en una fiesta, para esa gran final delante del televisor que no quieres perderte, en una cena improvisada e informal), «los imprescindibles» (aquellas salsitas y reducciones que le darán un aire nuevo a tus platos, desde el guacamole a la la salsa cimichurri) y, finalmente, unos postres sencillos ( algunos), pero siempre «redondos».
Con todo, yo siempre digo que el mejor libro es aquel que te da unas pautas para que tu añadas el resto, tu aportación. Una receta es una sugerencia, no un decreto ley. Por eso nosotros hemos preparado hoy esta sencilla crema de calabacín ( pag 73) y unas costillas de cerdo ibéricas a la miel a las que yo le he añadido un poco de sésamo y unas cebolletas glaseadas ( pag 108).
Crema de calabacín y queso crema
starbase
marzo 5, 2013 @ 17:08
Yo es que a nivel práctico para recetas uso internet, en cambio en los libros busco precisamente lo que esos otros ‘recetarios’ de cocineros más sofisticados tienen. No digo siempre, pero me suele pasar