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Biografía
la cocina de marguerite

Duras: La cocina de Marguerite. SD Edicions

marguerite Duras

La Cocina de Marguerite Duras es el libro que los Magos de Oriente han dejado  este año sobre mi mesa. Es pequeño y parece un diario, una confesión, un libro consuelo. Es la vida de Marguerite vista desde la cocina, en soledad, poniendo en el fuego platos populares, confortables, invernales. Menos arisca que de costumbre, en bata- quizás-, con el cigarro – seguro-, se la oye hablar desde la cocina:

¿Quiere saber por qué cocino? Porque me encanta… Es el lugar más antinómico a la escritura y aún así uno está en la misma soledad, cuando cocinas, con la misma inventiva…uno se convierte en autor.

No estoy de acuerdo, pero, como ella no está, no debato,  tengo las de ganar. No hay tanta distancia entre la cocina y la literatura, de hecho, las palabras son como los ingredientes. Hay que medirlas al principio,  se sigue la receta, después, uno se libera y goza. Entonces, eres el autor.

Cocina francesa, vietnamita, española, griega…. Todas las cocinas son la Cocina. Marguerite mezcla, reinterpreta, copia, sin empacho, con verdadero placer. Confiesa que tiene esa facultad, come algo en algún sitio y puede reproducirlo sin problema. En sus recetas, escritas sin pretensión de ser concisa en nada, están las notas y los tachones que uno añade en una nota tomada a vuela pluma, la anécdota que dio pie a aquel plato, por lo que descubren  una Marguerite Duras de puertas para adentro que sigue haciendo literatura, incluso sobre albóndigas:

No he pretendido nunca hacer una cocina extremadamente refinada…hago una muy buena cocina, pero eso es todo…No pretendo nada más. Es una cocina que también redacto, escribo recetas…Me invento los nombres en función del origen del plato. En general los llamo por el nombre de la persona que me ha dado la receta. Por ejemplo, en el caso de las albóndigas tengo «las albóndigas de la griega Melina». Melina es Melina Mercouri.

Así es: la gran Melina  y la solitaria y combativa Marguerite Duras hablan de albóndigas. Como, luego existo!

albondigas jardinera1

 

A veces, Marguerite habla de su necesidad de estar sola, también mientras cocina, que no cuando come. Comer solo es un sinsentido. No soporta que su  hijo esté en la cocina, ni el tiempo que su marido dedica a una «cocina más refinada«, porque ella simplifica y da en el clavo, no quiere recrearse, ni demostrar nada. No es un hombre cultivando su creatividad,  es una mujer directa que hace muy buena cocina para los demás. Es así de simple: «quien bien te quiera, te dará de comer»

La cocina de Marguerite es, en realidad, un libro minúsculo que intercala textos de su autora y aquellas recetas que se han podido rescatar, descifrar y traducir. En sí mismo no representa una obra literaria más de su autora, pero sí una pequeña muestra de cuál era su vida interior, sus resortes más íntimos, su vida de «puertas para adentro«. Descubrimos, entonces, y esto la engrandece, que las emociones que volcará posteriormente en sus libros han estado forjándose antes entre pucheros. O, quizás, fue al revés?

«No soy muy expansiva, pero la gente no se engaña porque les doy de comer.No les digo que les quiero, no les abrazo, no soy una persona tierna, así que cocino para los otros.»

En Neauphle, a menudo cocinaba a primera hora de la tarde. Cuando la gente no estaba, porque estaba en el trabajo, de paseo por los Estanques de Holanda o durmiendo en sus habitaciones. Entonces tenía para mí toda la planta baja y el jardín. En esos momentos de mi vida veía claramente que los quería y que quería que estuviesen bien . El tipo de silencio que seguía a su partida era como entrar en el mar. Era un placer y a la vez un estado muy preciso de abandono a un pensamiento en desarrollo, una manera de pensar o de no pensar- no está muy lejos- y ya, de escribir. Lentamente, con cuidado, para que durase aún más, cocinaba para aquella gente ausente durante aquellas tardes. Hacía una sopa para que la encontraran lista por si venían con mucha hambre. Si no había sopa lista, no había nada. Si no había nada  preparado es que no había nada, no había nadie. A menudo la comida estaba allí, comprada desde la mañana, entonces solo había que pelar las verduras, poner la sopa, hervir y escribir. Nada más. 

¿Qué más y mejor se puede escribir sobre el placer de cocinar/escribir? ¿Qué es lo que tiene que pasar aún para que volvamos a leer literatura gastronómica Duras, Dumas, Esquivel, Montalbán….?????

Mejor, de momento, probar con este curry. Pinta bien.

 

Curry al estilo de La Reunión

Trocear un pollo y sofreírlo con tomillo, laurel, ajo y cebolla cortadas finas. Cuando falte poco para que esté hecho, espolvorear con harina, continuar bien la cocción removiendo para evitar los grumos y añadir un curry que no sea muy fuerte ( 1/3 de una botellita normal). Ligarlo con leche fresca entera, dejar que termine de cocer durante un cuarto de hora a fuego lento, revolviendo de vez en cuando. Añadir coco rallado. Servir con arroz blanco. Y en los platillos, coco, pasas ( hidratadas en agua caliente) y un rugail helado.

Rougail (Isla Reunión)

1- machacar un aguacate ( o dos).

2- Rallar un diente de ajo muy fino.

3- Una lima, todo el zumo y la pulpa.

4- Concentrado de tomate, una cucharada.

5- Sal.

&- Pimienta o cayena, según el gusto.

7- Un poco de aceite.

Mezclarlo todo bien y servirlo bien frío con el curry bien caliente. ¡Cuidado! Está tan bueno que nunca hay suficiente.

 

 


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Por Ines Butrón
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