Los japoneses tiene barras de sushi y nosotros las tenemos de bacalao. Y encima, las ponemos en medio de los grandes mercados de Barcelona, de manera que uno ve, huele y, a veces, hasta puede tocar la comida mientras disfruta de su platillo, su tapa o su vermut. Cualquier barcelonés sabe que comer en La Boquería es casi imposible, a nos ser que quiera almorzar en horario de paradista, porque, a eso del mediodía, los turistas lo invaden todo. Pero en El Ninot, la cosa cambia. Alejarnos del centro suele ser un alivio para estos menesteres.
Y es que no hay nada mejor que comer en los mercados, sumergirse en el ambiente, saber qué se come y por qué se come, qué trae la estación, hablar sobre la comida desde el lugar de donde parte la comida.
La tendencia a convertir los mercados en lugares de compra y degustación, de ampliar las paradas para hacer de ellas bares de tapas y platillos se mueve a toda velocidad. Todos conocemos mercados gourmets a los que la gente acude en romería en diversas ciudades de España- San Miguel, Lonja del Barranco, Mercat Vell, etc- atraídos por la fiebre de una experiencia gastronómica que aúna cercanía del producto y cocina sencilla, pero suculenta y de calidad. Para un amante de la cocina es imprescindible pisar todos los mercados del mundo y, si puede comer en él, mejor que mejor. En Barcelona, si vienes de visita y no has visto una parada de bacalao, no entenderás casi nada sobre la cocina catalana.
Y eso, ni más ni menos, es lo que yo hago tanto como puedo. De paso que compro, como; de paso que como, compro. O incluso, voy ex profeso, porque El Ninot es uno de los mejores mercados de Barcelona, y me encanta pasar por la Barra Perelló 1898 a comprar lo que necesito para mi esqueixada, mis buñuelos o mi arroz caldoso, probar lo que de nuevo haya hecho Guadapule, la cocinera de La Barra. Qué tal, para empezar, este pulpo a la plancha con hummus? Pues, bien!: marcado, crujiente por fuera y tierno por dentro, hummus con ligero sabor a limón, no muy denso…Perfecto!
Esta vez, sin embargo, charlo un ratito con Ricard Perelló, miembro de una cuarta generación de bacaladeros, quien me cuenta más y más anécdotas sobre esta historia “ tan salada”. Me explica, por ejemplo, que el grafismo de los manteles individuales reproduce los dibujos y las letras que su propia madre hizo sobre las batas de su marido para luego bordarlas. Le podría responder con una historia casi idéntica, porque yo vi a la mía hacer lo propio muchas veces con los monos de trabajo de mi casa, pero supongo que es lo habitual entre las familias que hicieron piña para tirar adelante sus pequeñas empresas. Mientras tanto, Guadalupe trae los platos – sabrosos, simpáticos, originales, algunos, ligeros, a petición mía:)- que hoy degustamos. Mirad, si no, qué carpaccio de bacalao tan delicioso, con su tomate concassé y una punta de crema de aguacate con perlas de aceite:
O este ceviche de bacalao con maíz tostado y kumquats? Entra solo y se agradece en estos primeros días de calor. Guadalupe cocina con sencillez, pero maneja bien los pequeños detalles, los ingredientes que marcan la diferencia.
Os pongo dos ejemplos más de cómo hacer cosas originales a partir de unas buenas conservas: berberechos con lima y cilantro, para empezar bien con la primera copita de cava rosado y chipirones rellenos de brandada sobre una tostadita cubierta de cebolla caramelizada, anchoa del Cantábrico y perlas de aceite de oliva. Una mezcla muy, muy resultona.
Los langostinos tigre “con vistas al mercado” tenían también un punto interesante. Después de cocidos, un poco de plancha y ¡listo!. Más calor, más sabor.
No nos podíamos quedar, sin embargo, sin “nuestra ensaladilla“. Es un clásico y sigue funcionando bien, sobre todo si tiene un bonito de calidad y se acompaña de pan sardo bien crujiente.
Lo dicho, las barras de sushi tienen su gracia, pero, las de bacalao le van a la zaga:)