Permanecer extasiado en la ría que divide Castropol y Ribadeo es inevitable. El pequeño río que atraviesa zigzagueante las aldeas y los pueblos de Lugo se extiende majestuoso en la ría que lo conduce al mar. Una frontera de agua para delimitar -con poco éxito- dos comunidades, dos lenguas, dos cocinas entrelazadas. Puente, más que línea separatoria, es esta una ría que une a todos los habitantes de aquí y de allá en un mapa de hórreos, blasones, hortensias, manzanos y oricios. Expuesta siempre a los vaivenes de la luna, acostumbrada a cambiar para seguir siendo la misma en cada ciclo del agua. Si la bajamar le deja al descubierto la cáscara, el fango y el corazón, la pleamar la inunda de velas latinas que van de paso, como las garzas y los viajeros de buen yantar.
En sus inicios el Eo fue refugio de salmones y truchas, como en la vecina Cantabria, donde El Deva o El Pas, a su paso por Puente Viesgo, dan cobijo al campanu en una maraña de boquetes entre piedras blancas bien pulidas. A su llegada al estuario, el Eo, perdido ya el bravío de joven río, manso y entregado, se acerca dando lametazos a las orillas y los acantilados para convertirse en reino de mariscos y cefalópodos.
El agua dulce y la salada se abrazan para dar de comer a las ostras, los mejillones, los oricios, las almejas, los berberechos, las navajas, algunas centollas bien preñadas, pulpos escurridizos, zamburiñas y pixines, lubinas y sargos, congrios gigantes y calamares de negra sombra. Todos pescados de rula, visibles en los puertos también de Luarca, Llanes o Avilés, todos pescados que se comen indistintamente lucenses y asturianos, más aquellos que, como a nosotros, nos gustan las mesas revueltas y las conversaciones claras.
Esta es la página, pues, de un pequeño diario de viaje por estos lugares de belleza indescriptible, los rincones donde nos sentamos a comer, las casas que nos acogieron y las palabras de aquellos que nos enseñaron algo más sobre su mundo comestible y sobre ellos mismos. Esperando volver pronto, os anotamos estas direcciones únicamente con el afán de que hagáis vuestros propios descubrimientos en esta ría infinita declarada Reserva Natural Parcial, reserva de la Biosfera.
Acogedora casa rural en la que las habitaciones y el salón comedor se construyeron en el antiguo pajar de esta casa rodeada de manzanos y hortensias. Está espléndidamente decorada y se puede desayunar en un ambiente rústico y plácido, entre suelos de castaño antiguo, vigas de madera, antigüedades y paredes de piedra. Ideal para relajarse, hacer una inmersión histórica y cultural en el territorio, disfrutar del ambiente cálido de estas casas de campo y conocer un poco la vida de estos parajes. La anfitriona y propietaria os dará toda clase de información sobre Castropol y la zona de la ría.
Mesón Asador La Santina . Castropol.
En pleno muelle se sitúa este asador con aire de taberna portuaria. Se puede comer a la carta o con raciones, en el comedor, o en la terraza, donde todo el mundo comparte la comida con un paisaje de atardeceres magníficos.
Sus raciones son espléndidas, buen producto y buena mano en la cocina. Sin ínfulas, pero bien resueltos, los platos están a la altura de cualquier restaurante de mayor categoría, pero su encanto reside precisamente ahí, en la humildad con la que las cosas buenas salen de la cocina. Os aconsejamos que no lleguéis muy tarde, porque la primera línea de mar está muy solicitada. El servicio, especialmente el de un chico de Ribadeo, es amabilísimo, atento, dejó en nosotros un recuerdo imborrable. Sin gente como él, me sentiría sólo una turista.
La carta, obviamente, mezcla platos y productos gallegos con asturianos. No faltan los quesos- de Cabrales, gallegos-, las croquetas de Cabrales, los pasteles de cabracho, los revueltos de oricio, gambas y gulas, la buena ternera gallega, los pimientos del Padrón, las centollas, los salpicones con marisco( bogavante y centollo), las zamburiñas y, cómo no, las ostras finísimas del Eo. Todo ello regado con sidra asturiana o con algún DO Rias Baixas.
Restaurante Pena Mar:
Amplio y recargado, lleno de cortinajes pesados, relojes y lamparones antiguos, alacenas con antiguas y preciosas vajillas asturianas, este restaurante ha contribuido, sin embargo, a crear esa fama de buen comer que tiene la comunidad asturiana. Lo mejor son sus cazuelas de pescado y sus platos de cuchara: siempre hay fabes esperándote y un arroz con leche para acabar, como manda la tradición. Se puede comer a la carta por unos 40 euros por persona. Tengo entendido que dedican unas jornadas gastronómicas a la ostra en las que el restaurante viste de gala algunos de sus platos.
Av. Galicia, s/n, 33760 Castropol, Asturias
Imagen. Fabes con ostras de Txaber Allué.
La Botellería. Ribadeo, al otro lado de la ría:
Lugar ideal para tomar unas raciones con los amigos, compartir, apoyar el vino sobre el tonel y charlar, ver pasar la gente, la tarde. Un punto creativo diferencia esta taberna del resto. Son famosas sus croquetas de plátano o chorizo.
Frente a frente con La Botellería, puedes cruzar la calle y, tras el tartar de atún con guacamole de La Botellería, saltar a un clásico pulpo a la gallega, el mejor de la zona, según nos cuentan.
La Taberna del Naútico. Ribadeo.
En el propio muelle, pero en la otra orilla- siempre saltando de un lado a otro-, nos metemos en la típica taberna de cocina gallega: chorizos, centollos, cachelos con pulpo, Ribeiro y unas costillas de cerdo asadas con salsa barbacoa para el adolescente de mi mesa que come a dos carrillos. Con una rosca de Ribadeo acabamos este recorrido brevísimo, casi tanto como las finísimas almendras y la ralladura de naranja que llenan este postre popular.
Berta
abril 25, 2017 @ 16:31
Acabamos de volver de esa zona, leo ahora tu post y no puedo estar más de acuerdo. Un saludo! (Bonitas fotos)
Ines Butrón
abril 26, 2017 @ 06:35
Gracias. Me pareció uno de los paisajes más bellos que había visto nunca, me encantó su gente y comí productos excelentes. Un destino al que pienso volver en breve. Gracias por seguirnos, Berta.
Manuel Aranda Perez
marzo 2, 2019 @ 22:13
Me ha gustado muchísimo el documental publicado y bien argumentado. Me encantaría visitar la y disfrutar contemplando esos paisajes.
Ines Butrón
marzo 3, 2019 @ 08:57
Gracias por tus palabras. Es un lugar maravilloso, de los rincones más bellos que hemos visitado, de ahí que sea fácil trasladarlo en palabras e imágenes.
Un saludo y gracias por seguirnos.