Óscar Caballero publica último libro y éste cae en mis manos como otros muchos que leo con el deseo no oculto de observar los derroteros editoriales en materia gastronómica a la par que espero, ingenuamente, encontrar una pluma que me demuestre que la literatura gastronómica está viva. Espero y desespero desde que el Conde de Sert escribió su Goloso, desde que murió Manuel Vázquez Montalbán y el premio Sent Soví expiró con un triste diario llamado Dissabte, Mercat.
Me llega este Comer es una historia con un subtitulo a lo Woody Allen (Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo/comida y nunca se atrevió a preguntar) y la promesa de que me llevan de la mano por un Paseo gastronómico universal. Me dejo arrastrar porque pesa menos que el Montanari mientras pienso si no se ha dejado unos cuantos miles de años en esta vueltecita histórica o es, como todo buen cuentista ( palabras de mi buen profesor Luís Izquierdo), un condensador de lo esencial.
Efectivamente, advierto desde las primeras páginas, que hay mucha materia gastronómica concentrada en pequeños relatos, estructura de cubitos de caldo. ¿Escribes o enriqueces? ¿Quién no leería un libro que empieza de este modo?
Érase una vez un mundo sin restaurantes ni cocinas, sin luz en las calles y sin pavimento, sin chefs ni gletinas, ni suflés ni pastelería. Un mundo sin aseo ni aseos. Y por supuesto sin fotografías ni cine ni aviones ni automoviles ni plástico ni margarinas ni azúcar de remolacha ni cubitos de caldo ni botes de conserva ni gas ni elecciones ni neveras ni calefacción ni ferrocarriles . El botulismo acechaba en la conserva casera, el escorbuto viajaba con marinos, la brucelosis no tenia que ver con las quejas actuales contra Bruselas y el bocio no era la madre de todos los viciós , sino consecuencia del déficit de yodo, que sería solucionado con sal de mesa.
Porque, y brindemos aunque sea con un whisky off the rocks mientras Frigidaire nos inventa el cubito, el siglo que comenzó con tantes carencias terminará por obtenerlo todo. Y casi todas las novedades- latas de gordas almejas, aseos públicos, restaurantes, carta de platós y de bodega, margarina, azúcar y conservas industriales, calles iluminadas, aceras con recovas, bicis, coches, cocinas de gas, hielo industrial, barcos frigoríficos-surgirán o se desarrolarán en Paris. En la que será luz e iluminará el periodismo gastronómico, la reflexión sobre comida y comensales y la cocina de investigación.
Este estilo brioso, seña de identidad de Óscar Caballero, – juegos de palabras, frases cortas, veloces, imágenes certeras, encajes de bolillos perfectos- es el de un Caballero viajado, leído e instruído en diferentes partes del mundo. A saber, entre París, Buenos Aires, Barcelona y Perú ha comido y digerido muchos de sus saberes que ahora nos reúne en este paseo de relatos llenos de “anecdotas” ( palabras de mi añorado Manuel Fernández Cuesta) que dan sentido a la historia oficial (no hambrienta) y documentada por amanuenses bien adoctrinados en cortes de cualquier época.
Lenguaje y observaciones que le obligan a uno a detenerse en los detalles para no perderse en un paisaje que pasa a la velocidad de la luz. Una estructura, sin embargo, que facilita, paradójicamente, la lectura. Acostumbrados a platos o lecturas planas, el resultado de estas historias es de una gran potencia gustativa, como si del paso de un fondo a una demi-glace para ser leída se tratara.
Por mucho que pese a los que desdeñan el saber gastronómico, pseudointelectuales algunos que no hacen más que acrecentar la idea absurda de que todo lo que preocupa a los estómagos parlantes es contar un par de cuentos picantes y afrancesados para hacer alarde de una frivolidad semiculta, escribir de gastronomia y hacerlo al nivel de Óscar Caballero requiere, no solo de una gran cultura, sino de algún que otro don más propio de un Camba o, incluso, un Capote. He aquí la descripción de un cóctel como botón de muestra:
Se come de pie como en el zoco de Al-Andalus.
En un mismo grupo una boca engulle saladao y otra dulce.
Uno bebe champagne, otro vino blanco, vino tinto un tercero y un refresco sin alcohol el cuarto. Pululan personajes: el bulímico apalancado junto al bufé; el rígido que intenta reconstruir una comida con un entrante, un plató y un postre. El colado o la colada y también aquel o aquella que guarda en bolsillo, bolso, cartera todo lo que puede ser escamoteado sin mancharse.
El responsable, anfitrión, hombre o mujer de negocios, tendrá una copa en la mano sin beberla ( para que nadie le pregunte por qué no bebe)
Comerá poco: la necesidad de intercalar un párrafo importante puede acaecer cuando el delicioso hors d’oeuvre está en boca.
Otro personaje: visualiza rapidament por qué puerta salen los camareros con los platos. Y allí aparca.
Más numerosos los que no se mueven del bufé; con frecuencia parejas que comparten si no la promuiscuidad, por lo menos la gula.
Y aquel que siembra copas apenas catadas para probar vinos que habitualmente no están a su alcance.
El otro que no perdona un pasaje de camarero, lo que le obliga a una montaña rusa de sabores, temperaturas, texturas.
Pero en conjunto, el cóctel es sin duda el formato más moderno de la comida social, porque se puede derivar de una a otra persona, de un grupo al otro.
Se agradece, pues, una lectura como esta en la que, sin la típica flatulencia academica, se puede hablar de comida sin caer en el extremo del lenguaje insípido y mercantil.
Tristes días estos donde las historias que se cuentan son solo cuentos chinos, pamplinas, tendencias, imágenes mudas.
Se agradece este paseo vertiginoso por las hambrunas y los hartazgos, una guía eficaz y breve por el mapa de caminos de la alimentación, espacio donde todo se funde y confunde continuamente. Desde la antropologia a la lingüística, de la ecomomía a la historia militar, de la nutrición a las lecturas del Corán, de la poesia al recetario, la historia de la cocina es transversal y es la historia del hombre y el hambre. Óscar Caballero, dixit.
quinchilca_
mayo 31, 2018 @ 09:27
Habrá que leerlo…de todas..!
Me encantó..el aperitivo..!
ritchie
Ines Butrón
mayo 31, 2018 @ 09:48
Muchas gracias! Si te gusta el salmón, este te va a encantar.
Un saludo cordial.
Inés B.