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Biografía
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Belmonte Restaurante: cocina natural y sin complicaciones

 

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Belmonte Restaurante está en pleno centro de Barcelona, en medio del barrio Gótico, pero es como si estuviera muy lejos, muy apartado del barullo de una ciudad turística y situada en el epicentro de los saraos gastronómicos actuales, con sus aperturas y sus cierres continuos de restaurantes que prueban, tantean, se apuntan a las tendencias más novedosas y, finalmente, cuando las hordas de foodies lo abandonan o se aburren de él, bajan la persiana.  En Belmonte Restaurante no parece preocuparles demasiado el frenético cambio de rumbo de nuestras cocinas, o el hecho de que en su carta no haya tartares ni ceviches de ningún tipo, pulpos contorsionándose sobre parmentiers de colores o el juego de las texturas, las reducciones y los brotes. La estética del plato, aunque necesaria para el mundo de los fogones obsesionado con  las redes sociales, es aquí un asunto secundario, pues lo primero es preparar unos platillos muy sencillos y naturales, hechos al momento, sin microondas que recalientan a toda prisa lo que se cocinó siguiendo una ficha de instrucciones o lo que se elaboró en sofisticados aparatos de «cocción a baja tempertaura».

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Sus propietarias se quedaron hace ya algunos años con este antiguo local del Carrer de la Mercè y lo adecentaron única y exclusivamente para que fuera un lugar recoleto y tranquilo, cocinar poco y bien, escoger productos sencillos que conocen perfectamente,  porque son de la más antigua tradición gastronómica  tarraconense – ciudad natal de su cocinera-,  y porque llegan desde un huerto de Vendrell en donde escogen  patatas, berenjenas, calabacines, ñoras para sus romescos, o cualquier otro ingrediente que vaya marcando el ciclo de las estaciones, la manera más antigua y eficaz de cocinar, aunque para algunos sea novedad.

El local de Belmonte restaurante está dividido en dos niveles: arriba hay algunas mesas más grandes para dar cabida a un pequeño grupo de personas que quieran reservar este altillo desde el que observar el trasiego de la barra y la entrada, y la parte inferior que es, como mucho de estos edificios del Gótico, una planta construida a partir de un largo y estrecho pasillo por donde se disponen las mesas de dos o cuatro personas, más  una cocina al final  del mismo donde trabaja una única mujer/cocinera. Para quienes quieran cenas íntimas y servicio sin amaneramientos, este es su sitio. Para quienes quieran comer o cenar como lo harían en su casa, si aún existiera la costumbre de cenar productos naturales sin adulteraciones, este es su sitio.

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De lo comido y lo servido solo puedo resumirlo con una sola palabra: autenticidad. Ni un elemento superfluo en esta tortilla de cebolla y castañas, recién hecha, deliciosa, jugosa al extremo. Golosas las patatitas «al caliu» con romesco, tiernos y sabrosos los calamares encebollados,  y simples y  refrescantes los calabacines en ensalada con queso de oveja. Algo más fuerte de sabor la berenjena con tomate seco y queso de cabra ( supongo que alguno de los dos era extremadamente salado) y muy recomendable el flan casero de mató. Para amantes de los lácteos y las texturas tiernas, como una servidora, es uno de los mejores flanes que he comido.

calamares encebollados revista

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Para acompañar, un fresco vinito blanco:

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Una última recomendación: preguntar siempre por las variaciones de la carta según mercado y no dejar pasar las diferentes clases de tortillas. Echamos de menos los lugares donde no falten «un par de huevos».

Belmonte Restaurante

Carrer de la Mercè, 29

Precio medio: 20/25 euros.


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Por Ines Butrón
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