«Las mejores picotas son las que no sangran». Lo saben bien los cacereños de Cabezuela del Valle, en pleno valle del Jerte.

Todos hemos visto los cerezos en flor, se han hecho miles de fotografías hermosas de este valle cuando aparece vestido de ese blanco virginal, al final del invierno. Pero la recogida de la picota, a principios del verano,  es un espectáculo de vida   que vale la pena, no sólo contemplar, sino vivirlo in situ, tal y como nosotros tuvimos la suerte de hacerlo hace unos años, cuando  yo preparaba la Ruta gastronómica por Extremadura.

Es el momento en que todo el blanco inmaculado de entonces se torna carmesí. Camiones y camiones de transporte  llegan a recoger toneladas de picotas- una cereza sin pedúnculo que no pierde  su jugo al arrancárselo -, los niños estrenan las piscinas naturales del Jerte, el río amansado que, después de bañar las tierras de cerezos, será el disfrute de todos.

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Como el tiempo de estas cerezas es muy corto, hay que apresurarse a consumirlas justo en estas fechas. Son una delicia en mermeladas, en salsas para carnes y, por supuesto, en repostería. Nosotros hemos querido presentarte una versión especiada del clásico bizcocho de cerezas, un añadido que le suma fragancia y sabor, un detalle que, junto a la piel del cítrico rallada y el anís, da a este pastel un aire más original. Pero tú puedes adaptarla a tus gustos: cambia el cardamomo por canela, la piel de limón por naranja , pomelo o lima, el yogurt natural por uno de sabores, un queso de untar o un kefir, el anís por un kirsch o licor de cerezas, etc, etc. Ya sabes: tú decides tu receta, esto es sólo una sugerencia. Ya nos contarás:)

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