No hay plato catalán más clásico, más conocido más allá de sus fronteras, que una butifarra amb seques. Es el almuerzo por excelencia de los días especiales, esos en los que te sientas en la mesa y empieza a correr el porrón entre los amigos para festejar cualquier cosa que se tercie. Es el plato más simple del mundo y también el peor tratado.

Para poder disfrutar de este plato en su versión más genuina  hay que intentar que ambos productos de calidad.  A nosotros nos gustan la judía del ganxet  o de Santas Pau y una butifarra de cerdo con una mezcla idónea de magro con grasa, con las  especias justas y  bien mezcladas. Normalmente tenemos a mano unas butifarras buenísimas de una carnicería de Viloví d’Onyar ( Girona no solo tiene buena ternera), pero también nos parecen perfectas las de La Butifarrería, en el Born barcelonés.

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Otro de los problemas para conseguir  que este plato sea  perfecto es no resecar demasiado la carne ( nada de pincharlas sobre las brasas, porque perderán su jugo) y, si puede ser, las judías han de ser recién hechas. Como decimos por aquí «sortint de l’olla» . A partir de aquí, cada uno puede mezclar, quitar o añadir lo que le parezca. Nosotros solemos hacer esta receta a menudo en casa, sencillamente porque contiene ingredientes que siempre están en nuestra despensa: botes de judías en conserva o judías cocidas por mi misma y guardadas en el congelador en su propio jugo, restos de setas, frescas, en conserva o deshidratas, alguna hierba aromática, en este caso tomillo, y algo de vino de Jerez. Espero, pues, que os guste esta versión de la butifarra amb seques!