Los chutneys…Parecen terriblemente complicados,  con esa palabreja inglesa que no sabes si es una salsa especiada dulce, una mermelada de origen indio o un batiburrillo de frutas, azúcares, elementos ácidos y un montón de especias- algunas picantes-,  que no te suenan de nada. Os remito al artículo sobre chutneys que ha escrito mi colega Óscar Gómez en Gastronosfera  para que él os lo explique mejor.

Para mí, en cambio, es la forma más divertida de aprovechar las frutas o las hortalizas que me quedan por la nevera. Normalmente busco un poco de información por ahí antes de ponerme a hacer un chutney, pero, al final, acabo haciendo lo que me parece a mí que va gustar más a los que se sientan en mi mesa. Resumiendo #cocinoloquemesaledelanevera:)

El mundo de las especias y las frutas me apasiona. Puestos a comer algo dulce, siempre intento que haya un poco de ambos ingredientes, como en esta compota de frutas de verano con licor de naranja y especias

O en esta mezcla de tomates y naranja, a medio camino entre un chutney y una mermelada: 

En cualquier caso, siempre intento reaprovechar cualquier alimento. Odio el despilfarro alimenticio, no es ni ético ni sostenible. Por otra parte, darle una nueva vida a la comida que sobra me divierte mucho y es cuando se me ocurren las ideas más disparatadas y deliciosas: cocinar sin recetas, por puro placer, con la intuición como única arma.

En esta ocasión, la idea de este sencillo chutney de frutos rojos o frutos del bosque surgió a partir de unas cerezas, unas fresas y unas frambuesas que tenían los días contados. Después rebusqué en el armario de las especias, vi que tenía cardamomo, canela, anís estrellado y clavo más una caja empezada con hojas de gelatina neutra  y pensé que mezclándolo  todo y acompañándolo con un poco de helado de leche merengada y unas galletitas de chocolate saldría airosa de nuestra próxima cena familiar ( lo mío no son los postres, ya lo sabéis:)

Así, que vamos a ver si os gusta este «chutney my way»  y ya me contaréis. Buen provecho!