Higos y brevas son las frutas que anuncian el final del verano, más o menos como la canción del Dúo Dinámico, pero en su versión comestible. Los más jóvenes tendréis que hacer una búsqueda en Google. Sed indulgentes con vuestros padres cuando la oigáis, porque igual ellos la bailaron muy enamorados antes de que tu nacieras:) y, en cambio, tu habrás salido al balcón durante el confinamiento con un Resistiré que te ha parecido cargado de emoción.
En cualquier caso, la higuera es uno de los árboles mediterráneos por excelencia, junto con el olivo y el almendro. El que tenía una huerta y no plantaba una higuera es que se acababa de caer de ella, pues no sabía que su copa es frondosa y su sombra, fresca. Su frutos necesitan haberse empapado de todo el calor del verano para que puedan madurar y convertirse en esa frutilla que se abre, pecaminosa, llena de voluptuosidad, y que se come con la boca abierta de par en par, como queriendo abarcar la vida entera en cada mordisco, a ser posible, a pie de árbol y sin ningún aderezo.
Normalmente, una higuera da muchos frutos, tantos que en Mallorca caían al suelo y los cerdos isleños se cebaban con este manjar, razón por la cual, la raza porcina de las Baleares es tan apreciada. Otros, se los comen los pájaros, que no son tontos y saben que están cargados de azúcar, o alguna avispa que danza a su alrededor y se pelea con cualquier otro bicho volador por el néctar más preciado. Pero los que quedan enteros, con su cuello de “coll de dama” ( la variedad catalana más preciada) y su gota pringosa resbalando por el esbelto cuello son un manjar parecido a la ambrosía, si es que alguien la ha probado.
Los higos y las brevas son, además, frutas que pueden ser conservadas durante largo tiempo- el pan de higos es un ejemplo de ingenio cuando los postres eran de subsistencia- y aportan muchas calorías, es decir, energía que los hombres de antaño necesitaban para sus jornadas de trabajo. Placeres, además, poco habituales que todos buscaban cuando el azúcar refinado de la modernidad no existía o no estaba al alcance de todos, de ahí que frutas como dátiles, granadas, higos, ciruelas pasas, amén de los frutos secos con miel, fueron insustituibles en cualquier banquete de la antigüedad que se preciara.
Hoy en día, los higos los acompañamos de muchos otros ingredientes, dulces o salados, porque ya casi nadie tiene un huerto y una higuera, y, mucho menos, un pozo blanco, como en el poema El viaje definitivo, de Juan Ramón Jiménez donde comerlos recién cogidos del árbol, alzando la mano, trepando por su tronco, como los niños traviesos, estirando los dedos para alcanzar lo prohibido, que no es otra cosa que la antesala de casi todo Paraíso, y no su puerta de salida.
Os dejo con una serie de recetas que hemos ido preparando durante estos años con esta deliciosa fruta cuyo temporada es muy corta, así que no perdáis el tiempo y haceos con un buen cestillo de higos y brevas y echad la imaginación a volar. Buen provecho!
Tartare de salchichón piñones y breva
Con el gazpacho, es perfecto si te gustan los contrastes de dulce y salado. Al fin y al cabo, no penséis que es una novedad, pues la más famosa de nuestras sopas frías se comía entre los jornaleros del campo siempre acompañado de fruta fresca. Os dejo la receta de un gazpacho básico que hicimos con mozzarella y albahaca y, si os gusta, probad a ponerle un higo relleno de ricotta.
En otra ocasión nos dio por ponernos “creativos” y nos lanzamos a rellenarlos de pesto rojo ( había hecho el día anterior y me sobraba), de ricotta y le añadimos unas endivias con una simple vinagreta de avellanas y albahaca. Os dejo la receta del pesto rojo que una vez hice para comer junto con un bacalao. El resto es nivel principiantes.
Si no te gustan los sabores amargos de la endivia, pruébala con esta simple ensalada de burrata, higos y un mezclum de hojas variadas para ensaladas a las que he añadido nueces.
A veces, también los he mezclado con queso azul y jamón sobre una pequeña base de hojaldre. Una cenita fácil para quedar bien con los amigos gourmets.
Ni qué decir que con el pato los higos son excepcionales. No dudéis en acompañar un magret o un micuit con cualquier elaboración hecha a partir de unos higos, pero, si no os llegar el presupuesto, probad a rellenar unos vol au vents con crema de jamón y poned un higo para coronarlo y veréis que sabroso resultado
En una ocasión, incluso, los añadí a un couscous que me marqué con higos, manzana, yogurt y menta. Delicioso y muy sencillo.
Pero el postre que mejores recuerdos me trae es la tarta de higos, la merienda del final del verano.