Los huevos al plato son un plato tan clásico que, por archiconocido y mil veces preparado ha caído en el olvido en la mayoría de las casas. Sin embargo, a nosotros nos gusta prepararlo de vez en cuando y esta vez le hemos dado un toque diferente.
Esta receta surgió a partir de un regalo de mi hija mayor. Ella sabe que cada vez que hacemos un viaje nos gusta llevarnos algunos productos como recuerdo, para probar en casa aquellas recetas que nos han sorprendido o, simplemente, para inventarnos las nuestras. Es como llevarse un pedacito de tierra, un poco de aquello que nos hizo feliz en su momento y nos gustaría perpetuarlo cuando ya estemos lejos.
Después de su viaje a Cuba llegaron a mi casa el café, el ron con el que preparé el codillo que aparece en este blog, un libro de recetas cubanas del 62 muy interesante , anterior a la revolución, y estos frijoles que hoy me decido a poner en práctica con una idea que me ronda por la cabeza después de haber visto montones de programas de Gordom Ramsay en Canal Cocina. Este ha sido un verano muy lento tras la intervención quirúrgica a la que me sometí, pero aproveché la convalecencia para ver toda la programación gastronómica que no había visto en meses. No hay mal que por bien no venga:)
No sé muy bien si podría formar parte de un brunch dominical, supongo que sí, aunque nosotros no tenemos esa costumbre. Lo que sí sé es que es muy fácil y es un plato muy completo, de los que me gusta preparar en casa para mis hijos para que encaren el día con energía suficiente. Tiene, además, la gracia y el poder de toda fusión culinaria y cultural, pues la mesa, espacio de comunicación por excelencia, es y será siempre el lugar de encuentro de las personas y su diversidad. Dejad este mensaje en el estómago de vuestros hijos y podréis iros tranquilos:)
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