Ya está aquí  el melocotón  de Calanda.  Su aspecto es inconfundible. Desde el Bajo Aragón vienen abrigados, embolsados en papel, como niños de pecho entre gasas, para que nada les roce, les estropee su, nunca mejor dicho, piel de melocotón.

Su temporada es muy corta, de finales de septiembre  hasta finales de octubre, por mucho que algunos pretendan dar gato por liebre, como ocurre con todas las D.O. No es un melocotón jugoso, de los que chorrean agua y son propios del verano, sino duro y turgente, como piel de tambor en Semana Santa, como la cara de Buñuel, pero menos fea.

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En esta casa ha habido siempre  melocotón de Calanda, y mucha gente de este mismo pueblo aragonés que los ha cultivado y comido durante años, bien en almíbar, bien en miles de postres o, incluso , en recetas saladas. En cada viaje, en cada ida y venida de la ciudad al pueblo,  se mezclaban las tortas de alma, el aceite, las longanizas, el cordero  y la fruta. Para hacer más llevadero el tiempo que faltaba hasta la próxima Semana Santa o la  Fiesta del Pilar.

Sus recuerdos palatales del melocotón de Calanda, sin embargono coinciden la mayoría de las veces con lo que encuentran hoy en los mercados y las tiendas de barrio. Les falta sabor- se quejan habitualmente-, se adelantan en el calendario, por lo que llegan verdes, madurados en cámaras o, simplemente, de otros lugares de procedencia que no abarcan la DO. Tristemente, este es un tema que se repite con casi toda la fruta, quizás la más perjudicada por la globalización alimentaria y por la falta del respeto estacional de cada producto.

Sin embargo, seguimos erre que erre, con esa tozudería aragonesa que nos caracteriza, buscando cada año «nuestro»  melocotón de Calanda, como si fuera el orondo símbolo de una memoria gustativa que se resiste a perderse entre los comerciantes sin escrúpulos. Nos los zampamos  a mordiscos,  a gajos pequeños en ensaladas, en pasteles o en asados, como si fueran manzanas.  Los combinamos con infinidad de cosas, como en la imagen inferior. El queso, como a las uvas, le va de perlas.

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En esta ocasión te presentamos nuestra merienda en honor al melocotón de Calanda: es simple, es austera, es de Calanda. Una merienda o un desayuno para que no te quede en el frutero ni un gajo de esta joya de la gastronomía turolense.

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