Este pudding de calabaza es una «no-receta». No tenía nada previsto, ninguna idea acerca de lo que iba a preparar. De hecho, fui improvisando sobre la marcha con los pocos recursos técnicos que tengo sobre repostería casera y unos cuántos productos de temporada que me apetecía combinar para probar el resultado. Y, la verdad, es que la primera sorprendida soy yo, y los que han venido detrás a devorarlo sin miramientos.

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Suelo comentarlo a menudo con mis alumnos del postgrado sobre el mundo dulce en el Culinary Institut of Barcelona que las recetas que ahora contienen azúcar  fueron durante siglos  algo escaso y limitado a unos pocos privilegiados hasta bien entrado el siglo XVII, momento en que empiezan a llegar a Europa  los cargamentos con el fruto de la caña de azúcar plantada por los españoles en las tierras del Nuevo Continente.

El sabor dulce, siempre el más deseado, sin embargo, se encontraba en otros productos como la miel, la savia de algunos árboles, las melazas de algunas frutas, incluso, algunos vegetales, como la calabaza, y, sobre todo, las frutas de otoño- peras, manzanas, caquis, uvas, granadas, chirimoyas- que, junto a las deshidratadas y las secas proporcionaban energía y sabor en tiempos en los que los hombres necesitaban de una gran cantidad de energía en su vida cotidiana.

A pesar de la gran difusión del azúcar de remolacha elaborada por la industria alimentaria, esta ha sido  siempre un condimento caro y reservado en este país para ocasiones especiales- festividades religiosas o laicas, celebraciones, etc- hasta bien entrado el siglo XX. Los niños del baby boom, como es mi caso, no teníamos a nuestro alcance toda esa cantidad de chucherías y dulces industriales que hacen que el azúcar circule con tanta facilidad por las dietas de todas las familias, sino que solíamos disfrutarlo muy de vez en cuando en tartas, rosquillas, buñuelos, bizcochos y otras preparaciones caseras que hacían nuestras madres para las meriendas especiales.

De ahí que yo sea mucho más aficionada a asociar el dulce con una merienda nutritiva, hecha con ingredientes naturales, de temporada, sobre todo, fruta, que no a acabar  la comida con un postre que la mayoría de las veces es, en mi caso, un lácteo o  una fruta de temporada.

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Hoy, pues, os presento este pudding que me he sacado de la manga con la idea de lograr algo rico, pero a la vez, comerme un trocito de  mi pasado, de recordar esas meriendas otoñales de las que disfrutaba en la semioscuridad del salón, con un buen vaso de leche y mis dibujos animados favoritos.  Recuerda, si no tienes alguno de los ingredientes, cámbialo por otro que esté a tu alcance o, simplemente, elimínalo. Date el gustazo, por una vez, de ser tú quien lleve las riendas. Buen provecho!