El solomillo de ternera es, sin duda, una de las mejores piezas de carne que podemos encontrar en el mercado y, naturalmente, una de las más cotizadas. En los últimos años su calidad ha ido en aumento gracias a la recuperación de razas de vacuno autóctonas y a la vuelta a la ganadería extensiva de algunos ganaderos que creen en el valor de su oficio y en el de su territorio. La cría de retintas, tudancas, frisonas, avileñas, rubias gallegas, brunas de los Pirineos y otras muchas que ya habían desaparecido de nuestro paisaje están ahora poblando campos, montañas y laderas, para gozo, no ya de los que se alimenten de  su carne, sino de todos los que han de heredar una tierra fecunda donde cada ser vivo haga su función.

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El solomillo de ternera es una pieza excepcional que requiere un poco de mimo, como casi todos los grandes productos. La larga cocción es su principal enemiga, pues el solomillo es el músculo menos utilizado por el animal, el que está justo encima del lomo y, por lo tanto, el  que menos grasa tiene y el que se hace en menos tiempo. Es ideal para los que quieren una pieza limpia y para los que deseen cocinar algo muy rico en muy poco tiempo y con poco esfuerzo.

Hoy te lo presentamos en una versión  más navideña o festiva, pero  con un acompañamiento tan fácil que será perfecta para los que se «inicien» en estos quebraderos de cabeza que suponen para más de uno el tener que preparar una mesa de Navidad. Lee con atención, pruébala y disfrútala. Es nuestro deseo. Buen provecho!