¿Qué es un trinxat de col nos preguntarán los que vivan lejos de estas tierras? Pues, simplemente,  una forma de aprovechar la verdura, principalmente col,  del día anterior al que nosotros le hemos dado una pequeña vuelta de tuerca  para darle un plus de sabor.

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El trinxat de col es un plato típico de las comarcas de L’Alt Urgell, el Principat d’Andorra y La Cerdanya, lugares  montañosos y fríos, enclavados en los Pirineos,  con un ojo mirando hacia Francia y otro hacia Catalunya.  Pertenecen a todas esas  zonas rurales, agrícolas y ganaderas, que ha ido ganando peso económico  a lo largo de los años, tras sobrevivir durante muchos otros aislada,  hasta que la modernidad las  recuperó para el llamado turismo rural de los  «de ciutat» que ahora llegan en un plis plas por largos túneles y buenas carreteras.

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Para  todos ellos, el imaginario de esta comarca incluye largas pistas de nieve,  chalets  y casas pareadas, prados con vacas brunes- raza autóctona- y algunos platos de origen popular como este trinxat o verdura  (básicamente, col de invierno, o col de paperina,  de color verde intenso en sus hojas exteriores y tierna y dulce  en su interior, ablandada por la escarcha y el frío)  troceada y bien picada que el cocinero de turno rehoga lentamente en una sartén con un buen chorro de aceite- supongo que antaño con manteca de cerdo- y la va aplastando con la propia cuchara de palo hasta que le queda compacta y doradita. Luego la corona con una «rosta» o tira de tocino veteado  y crujiente para que suelte su grasita en este plato contundente y campesino.

A partir de aquí, que es lo básico, puesto que no olvidemos que hablamos de un plato de subsistencia, uno le puede dar su toque personal, añadir el tipo de col que quiera o, cambiar de verdura. Por ejemplo, en una ocasión nosotros la hicimos con girella, un embutido de cordero muy típico del Pallars, y le añadimos un crujiente de queso. Ni que decir que estaba de fábula. Si pinchas este link, te llevará a esta receta directamente.

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Pero hoy, puesto que teníamos buena butifarra negra de Organyà, un pueblo de l’Alt Urgell, y unos rossinyols o rebozuelos, pues que mejor que utilizarlos para darle ese puntito gourmet sin perder la esencia de plato otoñal, de montaña, simple, incluso pobre, que tan pocas veces cocinamos olvidando con ello que las recetas simples de nuestros antepasados pueden ser tan deliciosas como cualquier otro plato de postín.

Buen provecho!