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Batido de moras, plátano, yogurt y un ligero toque a canela….Es apetecible, es saludable, es sencillo.  Casi todos nosotros podemos hacerlo, ahora que llega el tiempo de pasear por el campo, como cuando éramos niños, y rebuscar entre las zarzas, arañándonos los brazos morenos del final del verano, para atrapar esas deliciosas frutas silvestres que aún quedan en las cunetas de las carreteras, los márgenes de algunos prados, estirando sus ramas punzantes por los muros y las vallas.

Los batidos de moras son hoy mi magdalena de Proust. De este pequeño fruto podría extraer toda la historia de mi niñez, ligada a las estaciones que se sucedían entre la ida y la vuelta del colegio: las moras de principios de curso, las ortigas  y el diente de León de la primavera, cuando la nieve se fundía en la hierba húmeda,  las grandallas  y los caracoles de mayo dejando rastros de baba por la empinada cuesta de piedras, las setas del otoño entre la pinaza  y el olor a musgo del bosque en las excursiones de canciones y dibujos,  y el hielo del crudo invierno colgando de los techos de pizarra. Todo como cada año, todo repitiéndose para no ser nunca igual.

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Hoy ya no soy yo quien recoge las moras, sino que estas primerizas y pequeñas las ha traído a casa mi hijo pequeño que ha heredado de su madre el amor por la naturaleza y un sentido de la libertad que paga a un precio muy alto. Benditas sean tus manos llenas de moras que me han devuelto  por un instante al tiempo de las botas, las trenzas y la bata de colegio, bendito sea este pequeño fruto morado con el que hoy te preparo este batido de moras para que nunca falte en tu mesa y en tu vida un pedazo de pan y tierra.