Imagen: Toni Butrón.
El pastel de verduras o terrina, según los recetarios, es el entrante más socorrido en mi casa cuando llega el buen tiempo. Para nosotros ( quien esto escribe es el hijo pequeño de la editora y creadora de este blog, Atable: Recetas y Letras. El más mayorcito de los que están en su regazo) es el pistoletazo de salida que mamá da a la cocina de verano.
Todo lo que queda por la nevera lo mete en un molde, lo mezcla con unos huevos , le pone un bote de nata líquida y ¡listo! Según ella, no hay que tirar nunca nada y casi todas las verduras que solemos echar en la basura sin remordimiento alguno hubieran podido aprovecharse en miles de pasteles o tartas que mamá hace desde que yo era pequeño para acostumbrarnos a comer “de todo” . ¡La de niños que pasan hambre en el mundo! Dice haciendo aspavientos y mirando a la televisión que papá puso encima de nuestra nevera sólo para que despotricara contra todo en su diario discurso contra la injusticia en el mundo.
El despilfarro la descompone. Bergoglio es su casiídolo y dice que la haría feliz sentarlo en su mesa a comer papas aliñás, aunque la pompa del Vaticano la saca de quicio y dice, mientras está haciendo la comida y cree que nadie la oye, que un día se irá a dar de comer a los niños de algún país remoto del África negra y no volverá nunca más. ¿Por qué será que las madres hablan a solas con sus cazuelas?
Imagen: Toni Butrón
Tarta de remolacha y queso feta
Cuando yo la veía en su frenético trajín de la tarde/noche, ingenuo de mí, le preguntaba: Mamá! ¿qué hay de cena? y la respuesta era siempre ¡El pastel de la nevera!
No fallaba nunca. La llamada operación bikini -que nunca es más que una buena intención- empezaba a rondarle por la cabeza y casi siempre pasaba por un molde embadurnado de mantequilla donde mamá metía cualquier cosa que le quedaba- carnes, pescados, verduras- por la nevera y el congelador, lo ponía en la mesa de la terraza en su bonita bandeja de flores y nos decía : ¡Ala! ¡A comer verduras frías! Que ya está aquí el calorcito y hay que acostumbrarse a los gazpachos y las terrinas.
Pastel de salmón con salsa tártara
A día de hoy, aún espero que la dichosa operación bikini surja efecto y no sea más que otro de esos tontos capítulos de Mortadelo y Filemón que mamá colecciona en sus estanterías de recuerdos, esos librotes de Magos del Humor que los Reyes Magos le ragalaban cada año, algunos de ellos firmados por el mismísimo Ibáñez, pues yo la veo siempre igual de fondona, tiernecita, suave y regordeta, con ese olor a gel de la mañana, a guiso de primavera, a la hierbabuena que coje en esos primeros días de la estación que tanto le gusta en nuestro pequeño jardín porque dice que le recuerda a mi abuela.
Aguacates con búgur, hortalizas, mango y su toque de hierbabuena
El día que no haga este pastel de verduras con “lo que pille por la nevera” , el día que deje de darnos la matraca con la dichosa cocina de aprovechamiento, ya no será ella. La memoria la abandonará y nos quedaremos huérfanos de sabores. Tal vez porque ella no es más que una fusión de cosas recogidas de aquí y de allá, de recetas de cocina aprendidas de las muchas mujeres que la preceden, es el resultado del hambre y el ingenio, de la carestía y la necesidad de seguir, del coraje y de la vida que se abre paso pese a todo, de esa esperanza que empuja entre fogones…
Imégen de papá hecha por mi tío, Toni Butron,
Así que guardadme el secreto: no le digáis que hoy, su “Toñín“- odio que me llame de esa manera cuando estoy con mis amigos- os explicará cómo hacer este pastel de verduras y surimi, o sea, “el pastel que a mi madre le salió de la nevera”. Porque en esta casa, al final, por mucho que mi padre refunfuñe, se hace lo que a ella le sale de la nevera.