A las patatas gallegas, mi suegro, que no era un señor de Murcia, sino de Lugo, las llamaba patacas. Había comido tantas y durante tantos años que  había pocas cosas en el mundo que le gustaran más.  En el pote, junto con el pulpo que comía en los días de feria, en tortillas  con chorizos  de lareira , si había  suerte o  poco más  que  cocidas y aliñadas con sal y aceite. Y es que este señor de Lugo al que no conoció Miguel Mihura, bajito y con bigote, vivió en una aldeiña de  Lugo donde ya no queda ni Cristo, porque todos eran ancianos con pocas tierras de labranza, algún castaño, alguna vacas y un hórreo viejo como ellos. Esa España también se vació y nunca nadie la volvió a llenar de vida.

Perdido en los montes de Lugo hasta que lo movilizaron para ir al frente, comía pote día sí día también: olla con unos pocos grelos, unas judías, patacas, un poco de unto y poco más. Ese era el caldo que se hacia y se deshacía semanalmente mientras Josefa labraba, daba de comer a las gallinas  o se ocupaba de la casa.  Se comía con pan de centeno y vino bautizado con miel, algunas castañas y aguardiente para desayunar en invierno. Pote o caldo noche y día, como tantos españoles de posguerra,  cocina monótona,  repetitiva,  hasta que llegaba la matanza y la comida do antroito se hacía más contundente y suculenta,  el hórreo  se llenaba, por fin, de proteína animal, carne que se salaba o curaba y tenía que durar todo el año. Se dosificaba como quien pone la medicación en un pastillero.  Ni una sola dosis de más cuando no toca por aquello de «guarda para cuando no haya»

Así que, de vez en cuando, nos gusta ir a comprar a una tienda de Barcelona especializado en productos gallegos y dejarnos llevar por la galaica  morriña, que no es sino esa esperanza de encontrar en los sabores de hoy los recuerdos de ayer. Tarea vana donde las haya.

mbien

En su memoria vamos a preparar unas patacas al modo hasselback, pero rellenas de un queso de leche cruda  de vaca gallega,  muy cremoso, parecido a un brie, pero mucho menos intenso de sabor, puro lácteo gallego, y algo de bacon ahumado con pimentón. Una delicia que no tiene nada que ver con cualquier bacon de súper. Un receta muy sencilla como guarnición o entrante que puede hacer cualquiera independientemente de tu nivel.

mbien1