Estamos en plena temporada de alcachofas, de ajos, de productos de matanzas….y de tortillas. Estas alcanzarán su momento álgido en Carnaval, porque los huevos- símbolo de fertilidad– son uno de los productos que comeremos, como manda la tradición gastronómica, el Jueves lardero ( en Catalunya, el Dijous Gras)
A nosotros nos chiflan las butiffarras d’ou ( huevo) y esas coques de llardons ( chicharrones) que comíamos de niños en ese día festivo que, si el tiempo acompañaba, celebrábamos en algo parecido a una romería sin santo. Estas cocas fantásticas que inundaban todos los aparadores de las pastelerías eran una locura repostera que consistía en unir, en una sola masa , bien fina y crujiente, la harina, la levadura y el azúcar con la pura manteca de cerdo para crear uno de esos dulces que se quedan grabados en la memoria para siempre. Si me dan a escoger, casi prefiero esas cocas porcinas, sencilllas y populacheras, a los típicos buñuelos de Cuaresma, siguiente eslabón en la tradición repostera, camino de la Semana Santa, que, a no ser que sean de muy buena calidad ( los del Empordà tienen un pase) acaban por ser puros huecos de harina rellenos de aire y azúcar, fritos en aceite de dudosa procedencia, secos en un par de horas, y pagados a precio de Monas de Pascua, la última de las aberraciones pasteleras de estos días de nuevos ateos reconvertidos en diabéticos.
La imaginación embutidora no tiene límites. Cualquier comunidad española tiene al menos un par de delicias entre tripa y tripa. A bote pronto, si me preguntaran por algunas de esas joyas de matanzas, nombraría las morcillas de Burgos, las de Asturias y León, els camallots de Mallorca, las morcillas patateras y las de calabaza de Extremadura, las chiclaneras ( gaditanas) que comía en casa de mi abuela, atiborradas de ajo, canela y orégano, las secas de Aragón... Y no acabaría, porque, en cada casa, en cada rincón, había una buena butifarra que llevarse a la boca el día que llegaba Don Carnal.
Pero volvamos al principio. Hemos empezado nombrando la butifarra d’ou, una de las más conocidas en este rincón del mundo mediterráneo y cochino, fantástica hermandad de ingredientes para estos días de licencia. La veréis en todas las cansaladerías, charcuterías y mercados. Pero nuestro fin era meter una butifarra en una buena tortilla, con ingredientes de temporada, como los ajos tiernos y las alcachofas, para resolver una comida completa y rápida, un almuerzo de fin de semana, de los “de forquilla” ( cuchillo y tenedor”) o una cena como las de antaño, cuando las tortillas no se empaquetaban y se recalentaban en microondas. Por eso, finalmente, nos hemos decidido por una buena butifarra negra del perol, porque su intensidad de sabor y su complejidad le va de perlas a las alcachofas del Prat. De todas formas, si vais por La Butifarrería os encontraréis con un surtido de tripa rellena de cerdo and company que es para dejar pasmado al más devoto de los festivales porcinos.
Así que, como siempre os digo, una receta es una sugerencia y ahora os toca a vosotros darle vuestro toque personal. Cambiad, quitad, poned, añadid…. Haced la tortilla que queráis con la butifarra que más os guste, pero no os olvidéis de las tradiciones gastronómicas antes de que queden como reliquias de biblioteca de monasterio.