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Este fin de semana vamos a darle el pistoletazo de salida a nuestros grandes platos de bacalao. Empezamos con una cazuela donde uniremos lo mejor de la huerta en esta temporada y unos lomos de bacalao, como manda la tradición ( la gastronómica) : guisantes, alcachofas, ajos tiernos, cebolletas, una pizca de tomate y un buen chorrito de vino.

La cocina de Cuaresma, aunque ya casi nadie tenga en cuenta las prescripciones religiosas, está llena de grandes platos con pescado en salazón ( bacalaos, arenques, sardinas, congrios)  La iglesia imponía la abstinencia de la carne ( en el más amplio sentido de la palabra, cuidado!), pero, en realidad, sólo afectaba a una parte muy pequeña de la población, pues el pueblo apenas tenía oportunidad de llevarse a la boca carne alguna, excepto un trozo de tocino o una pizca de cerdo salado de vez en cuando. El grueso de su alimentación lo formaban las verduras, los cereales, las legumbres y algo de pescado. Éste, en su mayoría, estaba en salazón o secado al sol, puesto que los transportes deficientes por caminos intransitables impedían que el pescado llegara fresco salvo a los pobladores de zonas costeras.

Así, con estas «momias » resucitadas en remojo de las que hablaba Vázquez Montalbán, y el ingenio del hombre se han llenado recetarios en Catalunya, País Vasco, Portugal y todo el Norte de Europa, que es de donde llegaban los barriles con el bacalao salado pescado en el Mar del Norte. La cocina del bacalao es tan creativa y  tiene nombres tan sugerentes, que en cualquier rincón del mapa hispano nos podemos encontrar con platos como el típico atascaburras manchego, un nombre que indica su humilde origen popular y su función principal: matar el hambre. 

Vamos, pues, con nuestra cazuela de bacalao y guisantes de hoy y ya nos contaréis qué os ha parecido.

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