Un plato de sepia con guisantes al azafrán es el saludo que la primavera nos deja en la mesa cada año. Con la segunda quincena de marzo, unos pendientes largos, carnosos y verdes le han salido a las matas que plantamos en el otoño,  un poco con amor, un poco con verdad, como las  viejas canciones de Silvio Rodríguez.

muy bueno

Acompañadas de las habas,  algo más robustas y floridas,  los guisantes son como quinceañeras  tímidas,  crecen esbeltas,  se engalanan  y se estiran buscando el sol aún tibio, acogen  los abejorros  de otras, los moscardones que se despistan entre tanto trasiego florido, los pitirrojos que se esconden entre las hojas y picotean el suelo, levantando la cabeza entre lombriz y lombriz.

nuestro guisante

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A la par, empiezan los portazos de la casa a las tres de la tarde. Vuelan las cortinas  y los balcones de madera se abren de par en par. Irrumpe el  Garbí y  la penetra, sin avisar, como si el mismísimo Neptuno se presentara a comer, hambriento y furioso, tridente en mano,  y le deja un mensaje marino: han llegado las sepias a desovar a la costa!  Es el momento, pues,  de bajar a la lonja de Montgat, donde las barcas las traerán aún retorciéndose en sus cestas.

Lonmja Montgat 13

Las limpiaremos en una batalla  muy sucia, ardua, como casi todas,  pero la sepia con guisantes es un matrimonio perfecto, de los que no quedan, y por ello,  supongo,  vale la pena empeñarse, despeñarse, ensuciarse las uñas, las manos, echarle coraje, arrancarle la piel, dejársela a jirones,  si fuera necesario…..Y después desgranar, pelar patatas nuevas y regordetas, colar un caldo de pescado de roca, hacer un sofrito lento, añadirle la melsa intensa y contar unos estambres rojizos de azafrán, ver como todo amarillea y huele, ¡por fin!

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