Un vino es la quintaesencia de un territorio, por eso el vino gallego está siempre presente en nuestra mesa. Sus botellas nos llevan hasta donde dejamos una parte de nuestra zurcida  identidad,  rehecha  de pedazos. Vemos en el fondo de esas copas, de las simples tazas de loza, los paisajes que dejamos atrás,  difuminados, borrosos, visibles sólo a golpe de paladar, como aparecidos en noche de difuntos.

A pocos días de la Navidad, con la memoria empecinada en instalarse en las tardes de aquel Ribadeo ensimismado, veraniego y manso, no podemos sino buscar la manera – la única-  de acortar esa distancia que tanto nos hiere. Para «rematar» más  nuestra dolorosa dosis de añoranza, que en gallego es sinónimo de inmigración y desgarro, el restaurante barcelonés El Carballeira, una de las marisquerías de más prestigio de la ciudad, nos había invitado a una cata de los mejores caldos galaicos, por lo que  la necesidad de vestir nuestra mesa con vino gallego era ya más que imperiosa.

Salimos a la desesperada búsqueda cibernética de un portal que contenga la mejor selección de vinos gallegos, además  de otros productos exclusivos- Premium-  con los que completar la mesa, que es, en esta casa, memoria, refugio y porvenir.

Dudamos entre varias opciones porque, para gustos, los colores, y mejor que no haya disputas. Hay quien se deleita con  un tinto, el vino Crego e Monaguillo, de la DO de Monterrey, porque no sólo de blancos está hecha la viña gallega del Señor.  Yo repaso mis páginas sobre la Ruta Gastronómica de Galicia que escribí hace ya algunos años y me decanto por los Ribeiro:

El Ribeiro cuenta con una de las D.O. más antiguas, ya que es un vino protegido desde 1932, por lo que para algunos es el vino gallego por excelencia. Ocupa el occidente orensano, en las riberas de los ríos Avia, Miño y Arroya, bajo un clima de influencia atlántica, de temperaturas suaves y notable pluviometría.. En O. Ribeiro, al igual que en las demás comarcas vitícolas de Galicia tras la invasión filoxérica de finales del siglo pasado, se produjo una sustitución de las cepas tradicionales por otras importadas. Esto provocó que las viejas viníferas, que dieron fama y prestigio a los vinos gallegos, y en especial al Ribeiro, retrocedieron ante el empuje de las foráneas. En la actualidad la comarca está inmersa en un proceso de reestructuración varietal. Los rendimientos de O.Ribeiro son los más altos de Galicia, debido a la fertilidad de los suelos, a la presencia de variedades muy productivas y a la existencia de marcos de plantación muy apretados. En casi todas las explotaciones alternan uvas de distintas variedades como la Treixadura,  Moreira y Torrentes entre las blancas y Caíño y Brancellao entre las tintas. También se cultivan otras cepas no autóctonas como Palomino y Garnacha Tintorera.

Los vinos de la D.O. Ribeiro son elegantes, frescos, ligeros, muy aromáticos, de alegre acidez, con una graduación media  de alrededor de 10º. Su color es pajizo pálido. Los tintos son vinos de mucha capa, de un color morado muy vivo y notable acidez fija.

Paisaje, terruño, paisajes… En nuestra mente se entremezclan las orgías de ostras en Arcade con los brillos del Albariño, los mercados de las aldeas después de misa, los montes de Lugo, igualitos todos, el pote y el unto,  el olor a queso Arzúa, queso de Chantada, que madre compraba y traía en el tren para Barcelona, la merluza a la gallega, blanquísima y vermella, ungida con   “allada y pimentón”,  el pulpo apaleado y sus cachelos blancos bajo la lluvia,  las viejas en largas mesas de castaño sirviendo el Ribeiro en su taza de loza, las zamburiñas regadas con Godello… Ya lo dijo José Mª Castroviejo : “La cocina gallega es el triunfo del campo sobre la ciudad”.  Y después le dejó el camino a Cunqueiro para que hablara de ella en verso.