Sí, sí, ya sé que Xaxier Pellicer está haciendo un plato fantástico con acelgas – ya es echarle valor- y que los ecochefs y sus hermosas huertas le devolverán el esplendor a esta verdura que parece el ramo de una novia triste. De hecho, me cuesta creer que, pasada la euforia de lo orgánico y lo ecológico, esta lánguida verdura resistirá el estigma de ser la más sosa del baile, la que con una tabla de calorías bajo el brazo, la que necesita compañeros de reparto mejor posicionados para alcanzar algún tipo de gloria culinaria.
Nada que crece con el nombre de beta vulgaris lo tiene fácil. Al parecer, esta verdura armada con hojas de verde intenso es pariente pobre de las remolachas, solo que en este caso se aprovechan las hojas y las pencas en lugar de la raíz. Excepto las rojas que tienen cierta gracia, es difícil que un manojo de acelgas llegue a casa con la cara bien alta, se desmayan por el camino. Es como una niña valiente: sólo se yergue unos segundos. Al volver la esquina, le resbalan las lágrimas. En Catalunya, por si fuera poco, insultamos con el apelativo de bleda (acelga) o bleda assoleiada a las rematadamente tontas, a las apocadas, las ingenuas, las melancólicas, taciturnas, almas de cántaro, … una mujer debe ser cualquier cosa menos una bleda.
Con todo, un día u otro, un ramo de acelgas llenará tu cesto, se instalará en tu vida y en tu cocina, llenará tus días de nostalgia de otras dietas, de decrepitud incipiente, de alegría perdida y no te tocará otra que jugar bien las cartas que te queden si quieres sobrevivir a “las pérdidas leves” y a las densiometrías óseas. Jamás las hiervas solas y te las pongas en un plato para cenar, sin aceite, sin sal, al estilo del amargado de tu endocrino. Acabarás lanzando el plato contra la primera cara que se te cruce y no será culpa de tus hormonas.
Si vas a pensar en verde, aprende chino, o por lo menos cómprate un wok. Ahí puedes mezclar varias de tus peores pesadillas, incluidas las acelgas, saltearlas con energía, rociarlas con un chorrito de salsa de soja y servirlas al lado de un pescado al vapor. Alimenta tu lado asiático. Si no adelgazas, por lo menos, presume de sabiduría gastronómica.
Si lo tuyo es conservar la identidad culinaria, me temo que las acelgas nunca juegan solas. He consultado montones de recetas- vascas, extremeñas, aragonesa, las especiales, las de la casa- y casi siempre van acompañadas de patatas, cebollas, huevos, judías, garbanzos, queso, bechamel, majados de pimentón y frutos secos, morcillas, etc, etc.
Puestos a elegir, entonces, yo me decanto por una receta que me la dejó en herencia mi suegra y que tira por tierra mis buenos propósitos, pero que, cada vez que la hago, me recuerda que en los fogones de mi casa la que manda soy yo:
Pon en remojo la noche anterior un puñado de judías del ganxet. Ya tienen D.O, así que hazlo por la patria. Por la mañana, cuece en una olla las judías hasta que estén tiernas- una hora o poco más- y en otra olla las acelgas bien picadas sin las pencas. Mézclalas cuando ambas cosas estén cocidas. Coge una sartén y pon buen aceite de oliva, pica una cebolla hermosa y rehógala con amor. Poquito a poco. Luego añade tomates maduritos rallados o cortaditos, hasta que hagan buen sofrito. Añade pimentón de La Vera al gusto. Vuélcalo en la olla y dale un hervor con unos trozos de butifarra negra en el último momento. Déjalo reposar media horita para que coja el gustito.
Sherca
enero 25, 2012 @ 15:23
…pues no tienen mala pinta. En mi pueblo, allá por la vieja Castilla la Vieja (hoy Castilla y León), se hacían con garbanzos y lo llamaban potaje. Se añadía bacalao, en lugar de butifarra (delicatessen desconocida por aquellos días y aquellos pagos)y era típico de los viernes de cuaresma.
Sherry
febrero 9, 2012 @ 06:12
¡Vaya!, señora Butrón, observo que ha borrado usted un comentario mío en este post. Precisamente el que ponía en duda el buen criterio gastronómico de quienes no saben apreciar las cualidades de unas buenas acelgas. ¿Quizá se ha sentido usted aludida?.
atable
febrero 9, 2012 @ 08:46
No lo he borrado y si lo he hecho ha sido un error ( se amontonan los mensajes con spam o los que me remiten a páginas no recomendables). No creo que el hecho de que a alguien no le guste un determinado producto sea falta de “criterio”, sino simplemente de “gusto”, en torno al cual, como usted bien sabe, hay mucho escrito, pero no hay disputa. Tampoco me gustan los percebes ni las coles de bruselas y no por ello me sentiré aludida si alguien me lo recrimina.