Hace ya algún tiempo que visitamos el antiguo Alba Granados, pero nos apetecía volver.  Volver a encontrarnos  con Carlota Claver después de lo ocurrido y verla decidida, dispuesta  a seguir adelante.

Ha llovido mucho desde que escribí la crónica del restaurante que lleva su nombre y, desgraciadamente, también ha habido fuegos que lo devoraron todo. El Alba Granados, situado en la calle que le da nombre, vio como las llamas lo destruyeron todo sin que casi nada pudiera salvarse. Dios y ayuda ha hecho falta para renacer de las cenizas,  llantos, insomnios y decisiones sobre la dirección y el rumbo del negocio. De ahí que lo que hoy vemos es el resultado de un fuego que ha resultado ser casi, casi «purificador».

El nuevo Alba Granados tiene un marcado aspecto neoyorquino, ese aire de loft de la Gran Manzana que ha conseguido Carlos Martínez Interiors es lo primero que se aprecia al entrar. Dan ganas de sentarse en esos chesters granates, cómodos, tomar una copa en ese rincón acogedor, o unas tapas  elaboradas con la mano delicada de Carlota. Al fondo, uno se entretiene mirando la cocina de este vasto local  de vidrieras y paredes vistas que incluye una enorme barra a la entrada, la gran sala y el Bala, el espacio para cócteles. En la barra se sirven los vermuts que tanto gustan en esta ciudad de enamorados  de este vino que invita a la conversación y la pausa. Para ello ponen e nuestra disposición desde  las buenas conservas  a los quesos selectos, unos molletes bien tiernos , unas ostras, sus famosas croquetas de cocido con unas lascas de micuit o las ensaladillas de siempre versionadas según la chef con detalles más actuales. Carlota mamó la cocina de la mano de su abuela ( como tantos otros cocineros de este país),  pero se formó en la Hofmann. Es una más de las muchas alumnas aventajadas que recogen el legado de May, que luchan para que  las figuras femeninas tengan el reconocimiento que se merecen, como cocineras y como empresarias.

Desde la barra se puede observar el Josper, una novedad para este Alba Granados que apuesta por la brasa, el carbón, la cocina del fuego y el producto. Su carne de vaca frisona era ya un plato estrella antes del fuego y lo sigue siendo ahora. Ver en acción este Josper es poner la vista en  lo más atávico  y primitivo de nuestro ser, una tendencia gastronómica – el delirio por la carne y el fuego- que también se abre camino entre la marea de novedades gastronómicas que desean una cocina  más genuina, auténtica, con un producto excelso y poca manipulación. En este sentido, mientras discutíamos sobre la rapidez con la que se extienden  las nuevas formas de comer y el deseo de una alimentación más saludable,  nos comento la chef que abría en breve un nuevo restaurante con un concepto de cocina más healthy. Imaginamos que desde allí dará rienda suelta a una carta para vegetarianos y veganos con un toque creativo.

En cualquier caso, como lo que cuenta en cocina después del qué es el cómo,  a mi no me importa si lo que tengo en el plato es una paletilla de conejo rebozado con panko y pimentón, una cazuelita de callos bien untuosa o un tartare de salmón muy fresco y bien aderezado,  siempre y cuando esté cocinado con el mimo que cada receta se merece.  Hay tiempo y momentos para todo, menos para comer mal , rápido y solo, porque eso sí es antinatural y perjudica gravemente la salud del cuerpo y el alma. Suerte familia!