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Biografía
can marles paisajes de vinos

Can Marlès: pasado y futuro de unas viñas en el corazón del Baix Penedès

Can marles

Imágenes de las bodegas y la cocina de Can Marlès.

EL PASADO DEL BAIX PENEDÈS

Aunque los tiempos han cambiado y han dejado en ruinas muchos de los lugares que los primeros habitantes levantaron con valor y piedras, sigue habiendo en este rincón del Baix Penedès ese aura de  privilegiado territorio que siempre tuvo. No en vano,  sus primeros vecinos lo hicieron a modo de repobladores, de escudos humanos  en una frontera/marca terriblemente frágil frente al invasor  musulmán que avanzaba a zancadas por casi toda la Península.

El pasado ha sido largo y lento en esta tierra arcillosa, incierto, las más de las veces.  Corría el año 974 cuando se firma la primera carta de población del Montmell entre el obispo Vives y el Conde Borrell, el primer documento de este pedazo de tierra semiescondido, bajo una sierra del mismo nombre que nadie se atrevía a otear si no era desde las torres de vigía de un castillo al que sólo le quedan cuatro piedras frías. 

Pero la fertilidad de un territorio, la necesidad de supervivencia y cuatro privilegios concedidos en los inicios del feudalismo hicieron que esta zona de microclima especial empezara a tomar forma. El «Sostre (techo)  del Baix Penedès» le llamaron los escritores  David Guasch y Benjamí Català para explicar las vicisitudes de este término catalán que vivió momentos de esplendor agrícola, las consecuencias de la desamortización, la voracidad de la filoxera y, finalmente, los cantos de sirena de las ciudades cercanas y el abandono. La emigración, la  llamada del «futuro «, dejó al término municipal en 164 habitantes. Hoy, con la tenacidad que caracterizan a las cepas viejas, Can Marlès y estas viñas se alzan de nuevo.

EL PRESENTE

can marles vinos

El presente se escribe desde varios ángulos, todos ellos, obviamente, relacionados con el territorio. El epicentro es la Bodega de Can Marlès donde asistimos a la presentación de una trilogía de vinos ecológicos que se han ganado un lugar preferencial en la DO Penedès. Reproduzco, por su capacidad de síntesis,  las palabras de la enóloga Pepa Menchón durante la cata:

«Sus viñedos, ubicados a 500 m. de altitud en el valle del parque natural, ofrecen condiciones de crianzas más que excelentes, lo que permite crear un vino único y exquisito. Considerado como uno de los lugares más bellos de España, incluye 30 hectáreas de tierra, de las cuales 3’5 se destinan a la producción de viñas de alta calidda de Chardonnay, Sauvignon Blanc y Tempranillo ( ull de llebre). El proceso de uva en bodega empezó en 2008, al incluir maquinaria y equipos de última generación en laboratorios, sótano de envejecimiento/bodega de frementación y planta de elaboración ( todo ello con control de temperatura). tanto la bodega como las viñas de la finca están certificadas ecológicamente por la UE. la bodega se creó con el objetivo de elaborar vinos de finca de gran calidad con una capacidad de 30.000 botellas/año» 

Personalmente, la elegancia del segundo vino, elaborado a  partir de Chardonnay , ganador de  la Hoja Dorada en la edición Vinum Nature 2010,  y con la preciosa etiqueta del pintor alemán Noah Wunsch, representa la quintaesencia de esa noche mágica. Brillo, destellos dorados, pureza, sensibilidad, entorno…. Todo en una misma copa.

Obviamente, también a lo largo de esas horas tuvimos ocasión de catar los productos que acompañaron a los vinos y que son el objeto de los desvelos de pequeños artesanos: Vermuts Miró ( hacía poco más de un año habíamos asistido a la cata del vermouth creado con la colaboración de Paco Pérez) y Padró , creadores de mieles multiflorales,  de mermeladas  y almíbares artesanos, como la pequeña empresa  familiar Les Filos que elaboran sus productos con todo el mimo de una fruta cogida en su punto,  o los excelentes aceites Torclum, 100% de arbequina.

EL FUTURO

puerta can marles 2

El futuro de Can Marlès pasa por la reconstrucción de este «feudo» y su conjunto de masías que fueron el hogar de repobladores que vivieron de y en estos bosques. Hay que hacer un esfuerzo- difícil, es cierto-  para imaginarlas rodeadas de plantaciones de cereal para alimentar a sus ganados, para ver sus hogares y sus hornos de pan. Hay que hacer un esfuerzo- ahora, casi en un acto de fe-  para atisbar las antiguas raíces de almendros, melocotoneros y olivos y pretender que crezcan de nuevo.  Hay que hacer un esfuerzo- dejarse la piel, quizás-   para volver a  levantar muros y paredes, para comprender que el «nuevo lujo» pasa por la sostenibilidad de un territorio y el cuidado de ese entorno que permanecerá allí a pesar de todo y de todos.

Los «nuevos sibaritas» lo serán de una naturaleza que arropa y alimenta.  Por eso el futuro de Can Marlès pasa por el turismo enológico, la gastronomía entendida como una extracción cuidadosa de los bienes de la tierra. Contará con cocineros conscientes que dirigirán los fogones de  pequeños hoteles rurales para gentes que sepan qué y por qué comen lo que comen (nosotros tuvimos la suerte de contar con una cena preparada ex profeso por Sergi de Meià) y, tal vez, por algún que otro concierto lírico que dejó mudos y boquiabiertos a los caballos  de raza, a las cuellilargas alpacas,  a los negros gallos del Penedès y su empecinado  zorro, a los jabalís empeñados en comerse las uvas más dulces:) A la mismísima luna llena.


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Por Ines Butrón
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